La ciudad es una gran nodriza. Es cuerpo geométrico erigido por y para el hombre, artificial, habitado, en crecimiento, versátil. No discrimina. Su envergadura acoge tanto al hambriento como al burgués, al más ortodoxo y al libertino, a las criaturas diurnas y a los vampiros que se escurren entre las sombras en ese ecosistema suyo: la noche. Todos cabemos entre sus brazos: criminales, obreros, güeros, rastas, Godínez, sacerdotes, putos, lenchas, vestidas; conformamos una masa revuelta, revolviéndose. Cada uno es ingrediente de ese enorme fenómeno suculento que llamamos urbanización. En todo platillo hay ingredientes principales y otros que, en menor cantidad, ponen condimento. Los homosexuales son minoría, pequeños polvos que sazonan, que vigorizan la complejidad de la metrópoli. El vampiro de la colonia Roma, novela de Luis Zapata, es un mapa que refleja esa experiencia en la Ciudad de México en la década de los setenta: la de un marica, Adonis García, huérfano, chichifo, vagabundo. Su visión de México. Su experiencia. Publicada en 1979, fue una obra clave para la literatura mexicana porque rompió el silencio de una de las tantas voces sofocadas por abanicos asustadizos. Desveló un México agresivo, violento, barrido a lo oscurito: el de las formas “incorrectas”, el de los “enfermos”, los “desviados”. La novela es una corografía íntima de una de las tantas máscaras de la ciudad. Registra la vida, las vivencias de un prostituto en la Ciudad de México, la relación de este personaje con el espacio, los sitios frecuentados, los sitios apropiados, los sitios habitados, sitios con un significado o un recuerdo; en fin, lugares vividos, sensibles. Entre ellos, por supuesto, lugares de ambiente.
…me sentía fascinado por la ciudad en esa época me parecía la ciudad de méxico la ciudad más cachonda del mundo la que más se prestaba a coger o sea a que uno cogiera ¿verdad? la que más favorecía las este relaciones sexuales (…) a mí la torre [latinoamericana] me parecía el falo más grande de américa latina y el palacio de bellas artes la chichi más gorda de todo el continente
El vampiro de la colonia Roma es novela urbana, novela homosexual, novela erótica que sexualiza a la Ciudad de México, porque el móvil fundamental del protagonista es el sexo. Hasta en su forma material, la ciudad es objeto sexual. ¿No es esa la forma preferida en la ciudad?
La novela: cofre geográfico
No es ninguna revelación que la literatura, en particular la novela, puede servir como fuente de información para el análisis geográfico. El motivo es muy simple: es un producto humano. Y como producto humano, refleja una condición humana: la de su relación con el medio. Ciertamente, algunas obras funcionan más que otras, pues en la libertad del creador está la minuciosidad de los detalles, el afán por basarse en hechos o de formular atmósferas inverosímiles, surreales. El vampiro de la colonia Roma, desde el título, es una novela situada en un espacio concreto: la Ciudad de México en un momento de gran inmigración, la de los setenta, vista como un espacio de oportunidades y esperanza.
nosotros pensábamos que allá sí triunfaríamos que allá sí la haríamos
Asimismo, el texto literario es un objeto que plasma momentos y los inmortaliza en el tiempo. En este sentido, es fuente de referencia histórica, donde pueden rastrearse sucesos o comportamientos, como lo es el siguiente evento meteorológico:
…fue el día que nevó en México y todas las calles estaban llenas de nieve y sobre todo los jardines los parques era increíble no te lo puedes imaginar fue en enero del sesentaisiete
Pero no solo eso, a través de la voz de Adonis, se registra el fenómeno de la experiencia de una persona —un joto— en sus lugares; ya sean de trabajo, familiares, recreativos, el hogar, etc. Cada espacio queda internalizado por el personaje porque los vive, los siente y los procesa con base en su sistema de significados. Al verbalizarlos, vomita su realidad. Subjetiva, es cierto, pero auténtica, porque parte del uso activo.
Los Sanborns
Entre los lugares cotidianos que son significativos para las personas están los espacios de trabajo. Son altamente valorados porque posibilitan la economía individual, nos liberan del encierro, del tedio. En El vampiro de la colonia Roma, los Sanborns son espacios de ligue, donde los chichifos se pasean y esperan cliente. Hay un acuerdo colectivo en cuanto al espacio, en el imaginario, donde se aceptan o rechazan ciertas prácticas, ciertas actitudes.
y ahí me tienes en la noche haciendo guardia en las puertas del sanborns de niza allí fue mi debut ¿ves? le debo mucho al sanborns de niza
Hay, incluso, un sentimiento de deuda. El espacio posibilita la actividad, es el escenario. Se apropia a través de la continuidad, con la repetición se desarrolla un vínculo afectivo que existe únicamente de manera individual, es decir, como individuo humano e individuo locativo en simbiosis.
generalmente mis sitios de espera eran ps el sanborns del ángel el de aguascalientes el de niza a veces hasta el del centro médico o el de san ángel porque ya ves que los sanborns tienen un atractivo irresistible para los gayos
También los cines, las calles, las esquinas son espacios referidos como lugares de trabajo. En el gran mosaico de la ciudad se lubrican sitios que albergan las prácticas informales, inmorales, maquilladas.
o si no ¿sabes qué? me paraba en la esquina mágica ya sabes cuál es ¿no? la de insurgentes y baja california por ahí por donde está el cine las américas le dicen la esquina mágica porque cualquiera que se pare ahí liga
Aunque podría pensarse que la dinámica de la prostitución es inmanente a la noche, Adonis explica cómo la ciudad es indulgente incluso con la hora del día. En la mañana están los Sanborns, la estación de metro Insurgentes, las tiendas de discos, los baños públicos; al mediodía, cualquier esquina de la Zona Rosa; en la tarde, los cines; por la noche, los lugares de ambiente o centros nocturnos, así como los Sanborns.
…los sanborns… siempre han tenido algo que atrae a los gayos no sé por qué
Agujeritos
Los lugares pueden hospedar otros lugares en las entrañas. Así como dentro del teatro está la butaca predilecta del espectador asiduo, en los baños del Sanborns, cuenta Adonis, ocurrían encuentros candentes. Había un uso del espacio que trascendía el uso común.
¿no te he platicado de los agujeritos del sanborns? ¿de que había un agujerito entre taza y taza que servía para que vieras a tu vecino y ahí te lo ligaras?
¿Qué mejor espacio para una práctica privada que la intimidad de un baño? El baño, como espacio encerrado, de cuatro paredes, existe con la finalidad de dar privacidad. El que se sienta en la taza es un ser vulnerable. Desata su armadura porque se encuentra en un ambiente protegido. Perforar un agujero implica abrir, voluntariamente, una ventana desde la intimidad. Una invitación que no precisa de palabras. Debe existir, sin embargo, un acuerdo comunal, un conocimiento previo respecto a la práctica para que prevalezca y no se desmorone. El vampiro de la colonia Roma nos pone al tanto de una práctica que, de no haber sido parte del grupo que asistía a esos baños, habríamos ignorado, enmudecida por su calidad subversiva, altisonante.
Naturaleza: un paisaje lejano
Adonis es un personaje absolutamente urbano, su narración transcurre en la ciudad, fluye entre las calles y va de lugar a lugar: es un flâneur. La naturaleza, contraparte del espacio artificial de concreto, aparece solo como atmósfera de un sueño. Es tan grande la distancia entre Adonis y el mundo natural que los paisajes de naturaleza existen únicamente como ensueños. La materialidad de la montaña y del río se rompe y se transfigura en sustancia onírica.
estaba yo en un río nadando y se me hace curioso porque yo en general no sueño cosas de naturaleza digo en general no sale la naturaleza en mis sueño así que ríos y montañas y eso ¿no? sino más bien ciudad entons esa vez estaba yo en un río y empezaba a nadar y a nadar y a nadar dejándome llevar por la corriente y sintiendo así el agua muy rico en mi cuerpo muy cachondo
Incluso para el sueño, el ecosistema natural, prístino, es raro y, en tanto exótico, cachondo. No forma parte de la cotidianidad. En consecuencia, tampoco es un espacio frecuentado en el imaginario del personaje. Más aún, la naturaleza aparece como un espacio generalizado: la montaña, el río, los animales silvestres, elementos comunes en la idea de naturaleza. Pero no hay localización. No se trata de un ambiente específico, sino del concepto de naturaleza como contraparte a la ciudad. Mientras Adonis es un urbanita experto en su ciudad y en sus calles, conocedor de dinámicas inmateriales como los agujeritos de los baños de Sanborns, en la naturaleza es un extraño.
Al inicio del sueño, percibe la tranquilidad del agua como algo “rico”. Algo, incluso, erótico: “muy cachondo”. Sin embargo, conforme pasa el tiempo, la corriente del río no le permite volver y el paisaje, una vez calmo, se convierte en pesadilla, en miedo. Miedo a permanecer ahí, a no poder volver a su hogar, a la ciudad.
La colonia Roma y el hogar
Si bien la historia de Adonis transcurre en distintas zonas de la Ciudad de México, la colonia Roma es el barrio de residencia, donde se encuentra el hogar, la guarida. Después de la colonia Cuauhtémoc, es la que sigue en “gente de ambiente”, en donde puede sentirse como en casa, “en una gran fraternidad”. En tiempos en los que ser homosexual es un atentado a la moral, la lógica es la concentración y el empoderamiento a partir del agrupamiento, lo cual lleva, en consecuencia, a la apropiación de espacios de geometría limitada.
Los pisos que habita Adonis son, en su mayoría, pestilentes. En la calle Chiapas, “un cuarto feo (…) pero muy feo ni siquiera tenía las cuatro paredes”. En la calle Campeche, “el edificio era una onda así como muy familiar estaba lleno de rucos y rucas parecía asilo de ancianos”. En Baja California, sufre el acoso de un policía que lo hostiga porque sabe que es prostituto y marihuano: dos prácticas censuradas. A pesar de las condiciones, la colonia Roma le provee seguridad, porque ahí está centralizada su tribu. En la colonia Roma, transcurre un fragmento de su vida que es inherente al espacio. En las calles y en los establecimientos están colocados los recuerdos. Es tan fuerte el vínculo de la memoria con el espacio que, al finalizar el libro, dice: “cuando me cambié a la colonia Cuauhtémoc se inició otra etapa de mi vida”. El cambio de espacio, incluso en la misma ciudad, significa un cambio crucial en la vida, un nuevo orden.
Adrián Ortega Iturriaga. Aunque la mayoría del tiempo desde el escritorio de mi casa, trabajo en proyectos de desarrollo rural comunitario; a veces también me disfrazo de docente, con la obligada taza de café y un poco de nervios; otras, de estudiante de posgrado en Geografía y, cuando queda tiempo, escribo ficción. Últimamente me ha dado por echar todo a la misma licuadora. He publicado cuento y poesía en medios impresos y digitales.