San Bartolo Coyotepec
El chocolate yace en el agua que hierve
y se espuma en los ojos de la mujer zapoteca.
Morenabarro de San Bartolo Coyotepec,
bellatarde de labios negros como el café en la olla
y la cadencia verde como el ejote en el caldo de res.
Llega el hombreazúcar y el zapote ceremonial,
aplauden las campanas a todos los santos caídos,
ya se casan los mestizos en la tierra roja del Santo Domingo.
Entonces, se amasan las manos prietas,
entran en calor los ojos de chicatana,
bien molidos los labios morochos
y se menea bien el molcajete.
Somos una buena mezcla, ella decía,
de castañas de cajú,
de hoja de plátano,
de pulpos en su tinta.
Nos críamos campechanos, nixtamal.
Él solo podía ver los tonos
entre sus manos
y la piedra negra llena de cal;
entre la tierra sandunga
y sus pies de comal.
Ella decía que la buena tortilla,
con limón y sal,
o con salsa de siete chiles,
o sola, ¿qué más da?,
pero la buena tortilla
tiene que llenar
la memoria, el guaje, la molleja,
el buche, la panza, el amar.
Ella hablaba del amar y la tortilla,
mientras él no dejaba de admirar
sus manos de sandunga, su forma de crear;
crear de la masa una erupción cuya magma fue el frijol
y cuya lava, el requesón.
VIII
Los dientes trituran la carne,
se siente el golpe en las costillas,
queda el dolor en los pulmones,
mi nariz se quiebra,
la sangre sale por mi ojo,
¿eso es normal?
¿acaso he perdido la vista?
mi mandíbula está entumida,
mi lengua dormida,
tengo sed
y mi playera está cubierta de vómito.
La sal de mis lágrimas esta seca en mis pómulos,
¿con qué clase de seres nos hemos topado?
“¡Contra la pared, maldito rebelde!”
Mis manos arrítmicas están contra el muro,
separan mis piernas,
alistan mis caderas,
patada en la entrepierna,
me doblo,
sismo.
En mi estómago reposa la náusea,
¡solo éramos estudiantes!
¿merecemos la muerte?
Me estrangulaban con sus manos
llenas de mugre, lodo y odio.
Sus uñas ásperas arañaban
lo poco que quedaba de mi dignidad.
Mi cabeza hacia chasquidos contra la pared,
mi semblante se desvanecía,
había desorden, fatiga, gritos.
Un disparo.
¿Por qué cuándo se dispara no se hace solo una vez?
Otro, otro más, varios, miles.
Mi pierna cojeaba,
le daba órdenes, no reaccionaba.
Llovía y después,
una multitud pasó por encima de mí.
Alfredo Lozano. Tapatío, pero con el corazón de paso entre la CDMX, Oaxaca y San Juan del Río, un jueves 19 de noviembre del 87’ amanecí entre espasmos. Estudié Matemáticas en la Facultad de Ciencias de la UNAM, cursos de literatura y creación literaria en Casa Lamm, en la Facultad de filosofía y Letras de la UNAM, en el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia y en Literaria. Con corazón de garambullo, voy a paso sagrado, danzando. Moriré chapeado, coloradito como el mole, rizado: características intrínsecas que nos definen y que hemos perdido. ¿Qué nos pasó? Olvidamos lo que somos y de lo que estamos hechos.