A Guillermo Carnero
La muerte no existe.
Nadie existe
que haya vuelto del pórtico frío
para diseccionar
el latido hirviente de la ausencia.
Solo existe lo que conocemos, las manos
tañen la luz,
los ojos se acuestan sobre el océano,
el olvido sabe a música proscrita,
tus labios hieden
a perfume de rosas maltrechas.
Eso que llamamos muerte es la sangre de la vida.
Eso que llamamos muerte es la inicua vida
acabándose,
acabándose,
pero nunca su término.
Al cadáver le han brotado enjambres de miel nueva,
en tu tumba el hortelano lloró una primavera.
No existe el tiempo. La materia se eterniza. Siempre
es aquí, en la pesadilla del conocimiento.
Y si alguien se atreve a respingar por falaces turbaciones,
háganle saber que la vida es nuestra condena.
Solo la vida existe.
En la carne vacía, en el pozo del alma
sin fondo: Solo la vida existe.
Pedro Martín Aguilar. (Madrid, 1991) Es maestro en Letras españolas por la UNAM. Ha colaborado en la edición de clásicos mexicanos del siglo XIX en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la misma institución. Está en proceso de escribir el libro Metapoesía en las “Soledades” de don Luis de Góngora. Es profesor de poesía en la Universidad del Claustro de Sor Juana.