Carrera de cucarachas / México
En el basurero jugamos con lo que abunda, con lo que nadie quiere, y apostamos nuestros pequeños tesoros. Una canica, un imán, una estampita o una corcholata rara, van y vuelven entre los apostadores hasta que ya nadie recuerda quién era el dueño de qué.
A mí me dan asco las cucarachas, por eso me dejan dar la partida y anunciar a los “corredores” anotados.
—¡Señores, la carrera va a comenzaaaaar! En el carril uno tenemos a Rapidina, por el segundo viene Diarrea, a su lado corre la campeona Belleza Negra y en el último andarivel viene… ¿Alfredo? ¿Qué clase de nombre es ese para una cucaracha?
—¿Nunca te platiqué que mi papá nos abandonó de chicos?
Golpe de suerte / Argentina
El Rulo corría a nuestro encuentro montando una bicicleta nueva.
—Eh, es una “Rayo veloz”. ¿Cómo la conseguiste?
—Una corazonada, después te cuento… lo que importa es que ahora tengo bicicleta como ustedes —contestó ruborizándose.
Advertí su labio partido y su mejilla amoratada. Cuando estuvimos solos le pregunté qué pasó.
—Te cuento, pero queda entre nosotros, ¿eh?
Prometí guardar el secreto.
—El viejo me mandó a lo del polaco a jugar a la quiniela, al veintidós, cien pesos a la cabeza y a los premios. Por el camino crucé un gaucho a caballo, raro, ¿no? En la agencia estaba el tano Cavalli tomando Legui con el polaco, jugaban al ajedrez.
—¿Y con eso qué?
—¿No entendés, hermano? El destino me estaba avisando, jugale al caballo. Le jugué todo al cero veinticuatro, a la cabeza.
Cuando el viejo vio la papeleta me cagó a palos. Le dije que me confundí, igual me fajó, para que aprenda.
—¿Y la bici?
—Ahí va. Al otro día el polaco vino a pagar. ¡Salió el veinticuatro en la nacional y la provincia!
El viejo me besaba y lloraba. A la tarde volvió con la bici de sorpresa…
El Rulo pedalea a toda velocidad y levantando un brazo grita: ¡Jaióooo Silver!
Malas y buenas / Venezuela
Al regresar con mis hermanos de la escuela, encontramos a mamá con la mirada empañada.
—Tengo una mala noticia —me dijo— tus patitos… se escaparon anoche por el fondo.
Salí corriendo al corral con el corazón en un puño. Un agujero en el tejido de alambre me confirmaba esa vaina.
Volví triste y arrecho a la casa, pero se me pasó enseguida.
Mamá me esperaba con una sorpresa. Después de muchos días de andar pasando filo, por fin papá había mandado una plata del mes atrasado y ella nos preparó su arroz con pollo, mi comida favorita desde carajito.
¡Chupe por bobo! / Colombia
Le dio papaya y la bomba le cayó en el medio del rostro. Una sola, contundente, demoledora. No hizo falta una segunda, no hubo respuesta.
Gordillo lloraba, nosotros, sus compañeros tratábamos de consolarlo.
Él eludió la pelea lo más que pudo, hasta que la cosa se le puso tenaz.
El Gallego era dos años más grande y más fuerte. Un Aquiles. Una sola trompada era suficiente para esconder a Gordillo bajo tierra. Pero a veces las cosas son así, inevitables.
Después de recibir ese nocaut del más agüevao de la escuela, el Gallego ya no volvió a ser el mismo, Gordillo siguió siendo el mismo caído del zarzo de siempre y yo me rendí a La Fontaine.
La revancha / Chile
El fútbol no es vistoso en la José María Caro, ahí pica fuerte la jaiba. ¿Penales? Ahí se define a puñaladas.
Claudio mira al costado de la cancha y piensa “¡Que paja!, venir desde tan lejos y que mis primos no estén en casa. ¿Qué sería peor?”. El pelotazo furibundo en plena cara contesta su retórica pregunta. Le saltan las lágrimas y los mocos de una nariz que ya no le parece suya. Un negro gigante de voz aguardentosa le grita:
—¡Anda a buscarla, aweonao! —y después ya le echa la foca— ¡Corre zombi! ¿o querí’ que te saque la chucha?¿no veí’ que vamos perdiendo?
A medida que se aleja, el miedo se le convierte en bronca. Bronca por los primos que no están, por el pelotazo, por los insultos.
Allá levanta el balón embarrado. Desde lejos, los jugadores le hacen señas con los brazos y en sus bocas se adivinan más insultos…
Mira a ambos lados. De un lado la cancha, del otro la autopista. Una sonrisa malévola se dibuja en su rostro. Les muestra el dedo mayor enhiesto, gira y patea la pelota al paso fatal de autos y camiones. Después, el mundo se reduce a correr por su vida.
Diego Alba. Novel escritor argentino residente en la localidad de Ciudad Evita, en el Gran Buenos Aires. Desarrolla su obra creativa principalmente en la modalidad del microrrelato, relato breve o minicuento valiéndose del absurdo, el humor, la ironía y la sorpresa para impactar al lector en menos de doscientas cincuenta palabras. Publica diariamente el blog Historias de dos minutos. Ha concursado en certámenes del género en diversos países de habla hispana y colabora con publicaciones en España, México, Estados Unidos y Costa Rica.
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