Déspota
Otra vez golpeé tu puerta.
Tu semblante adusto niega de antemano.
Tu semblante pálido me dice, otra vez, no.
Quiero cambiar humillación por ofensa.
No puedo.
Quiero refrenar mis deseos,
mis fantasías deshechas mil veces.
No puedo.
Quiero deshacer la línea finita entre la quietud y la ansiedad.
No puedo.
He arremetido otra vez,
he permitido el desmoronamiento,
he dejado que en el brutal exilio mi amor
camine dando pasos lentos de mochilero cansado.
Y ya juraba que mis torpes dedos
no escribirían jamás tu nombre.
Tu nombre que fue tan dulce y tan déspota.
Quiero cortar mis manos
y mis piernas.
No puedo.
Es que ya mutilaste mi corazón.
Otra vez.
Cenizas
Fundámonos en este fuego abrasador.
No temamos a la muerte de la carne
ni al dolor, ni al desgarro.
Porque cuando solo seamos las cenizas
que sobrevivieron como monumento y ruina
de nuestros témpanos de fuego,
cálidos, frágiles y esculpidos témpanos
de cenizas, nuestros cuerpos.
Nos convertiremos.
No importará la edad, la condición, ni el sexo
que nos endilgaron en la vida terrenal.
Seremos no más que dos atrevidas ánimas
de voluble ceniza, para siempre
alas al viento de nuestra pasión.
En mis sueños
Anhelos de libertad inconsciente,
páramos asolados de caballos desenfrenados,
vespertinas luciérnagas cerca de las flores.
Todo lo soñé, todo lo sueño.
Nada es semejante al despertar de un sueño amargo.
La algarabía de saber que no fue cierto
el malestar, el daño de lo onírico.
Mordí las más dulces cerezas y
me contagié de peste bubónica.
Sufrí, amé, me mataron y maté.
Visité el infierno de Dante.
En mis últimas horas me embriagué de sabiduría.
¡Cuántos idiomas inventados hablé en sueños!
Pronuncié fonemas impensados,
y analicé teorías incomprensibles.
Tantos sueños olvidados…
tantos sueños que recuerdo
como si fueran vívidos.
Anoche, en mis sueños,
otra vez,
como moribundo aferrándose a la vida,
apareciste vos….
y, otra vez…
probamos las más dulces cerezas
y hablamos idiomas desconocidos
y observamos las bellas luciérnagas.
Y me mataste.
Y, por fin, te maté en mi corazón.

Omar Felipe Martínez
Digital
Heridas
Mis heridas tienen la forma de tu nombre.
Son la cruz y el silencio
de un quirófano helado,
que sutura la carne sellada
por todos tus agravios.
Ellos forman el aspa en mi vientre.
Mis heridas tienen la forma de tu rostro:
artífice de todas mis aversiones.
Fuiste la última lágrima roja que brotó
de mis heridas abiertas.

Omar Felipe Martínez
Digital
Lluvia
Agua, llenas los cubos con tu frescura.
Agua, caes liviana en mi cuerpo,
invades mi alma con tu pura esencia.
Me limipias, me quiebras y me haces profesar amor.
Agua de lluvia: me haces bien y me haces mal.
Caen las gotas enormes y llenan en segundos las veredas rotas
Chaparrón de verano, chapuzón de agua fresca.
Buscadora de huecos en los techos de tejas
al caer con tus gotas dejas miles de grietas,
al caer una noche desplegando belleza.
Lluvia plural y pasajera, siempre pasajera,
yo no sé si llegas a calmar todas mis penas
o si son mis penas las que te calman.
Pero siempre que te vas
ya quiero que vuelvas.
Tormenta que te vuelves la adicción de mi espera,
la pasión de la noche más feliz y más buena.
Lluvia, no me dejes esperar tanto tiempo
para sentirte de nuevo fresca, limpia y buena.
Texto: Daniela Elizabeth Toledo. Nació el 25 de abril de 1986 en Mendoza, Argentina. Es docente, investigadora y escritora. Su obra comprende poesía y relatos breves. Ha sido publicada en revistas digitales. Ganadora el primer premio del Certamen de relato corto de la Librería Estudio, de España, con el cuento “Percepciones”.
Ilustración: Omar Felipe Martínez. Estudió la carrera de diseño y comunicación visual, apuntando a la creación de ilustraciones, dibujando, traduciendo y creando mundos y personajes. Apasionado por ilustrar, experimentando y logrando acabados diferentes en cada ilustración.
Instagram: Omr_ilustración
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