Reseña | Transparencia femenina: La camarista, por Enrique García

  • Directora: Lila Avilés
  • Guión: Lila Avilés y Juan Márquez.
  • Edición: Omar Guzmán
  • Fotografía: Carlos F. Rossini
  • Reparto: Gabriela Cartol, Teresa Sánchez, Alan Uribe y Agustina Quinci
  • Producción: Lila Avilés y Tatiana Graullera
  • Compañía productora: Bad Boy Billy Productions, Bambú Audiovisual, Fondo para la producción cinematográfica de calidad (Foprocine), Instituto Mexicano de Cinematrografía (IMCINE), La Panda y Limerencia

Como un “te quiero” dicho sin pensar o una risa primigénia, La camarista, obra prima de la directora Lila Avilés, está dotada de una gran y sorprendente honestidad. El debut de la directora mexicana es tan transparente como las ventanas de un hotel; tan claro, que el vidrio parece inexistente.

Abro esta reseña con tales metáforas y alabanzas por una simple razón: esta película retrata uno de los personajes más humanos que he visto en mucho tiempo. Y no es simple palabrería. La humanidad y beningnidad de Eve, la mujer que protagoniza este filme —interpretada por Gabriela Cartol—, logran atravesar la pantalla de una manera, si bien no estridente, sí contundente.

La trama de la película es bastante sencilla: Eve trabaja en uno de los hoteles más lujosos de la Ciudad de México. Su principal motivación es el cuidado y la manutención de su hijo (el cual, nunca vemos en pantalla) y, a causa de esto, Eve intentará subir de puesto para poder apoyarlo. Cuatro líneas que unen toda una narrativa. Ahora, tengo que aclarar que no es lo único que le sucede a la camarista. Mientras Eve está en proceso de ganar méritos para poder alcanzar un aumento, vemos cómo arregla las habitaciones, pasa por los pasillos y, lo más importante, convive con sus compañeros de trabajo y los huéspedes. Seguramente, en potencia, no suena a la cosa más interesante que se pueda mostrar en un cine durante 102 minutos. Pero, ahí está el detalle (literalmente). Personalmente, creo que esos pequeños momentos son los que hacen brillar a la película de una manera que no enceguece, mas ilumina con claridad. Una claridad que nos deja apreciar un mundo que para muchos de nosotros es ajeno y, con gran sinceridad lo digo, desconocido: una vida en la que se utiliza un uniforme que marca, con la misma potencia que un muro, una diferencia de estatus y clases. Y, contradictoriamente, sirve para invisibilizar a personas como Eve.

Ahora nosotros no miramos a la ventana, ella nos ve a nosotros. Este tipo de narración, la cual no es tan usual, le ha causado algo de polémica a La camarista. He escuchado y leído comentarios sobre lo “aburridos” o “innecesarios” que son estos planos. Bueno, ahí va mi defensa. Si bien puedo conceder que la película tiene un ritmo paulatino (no confundir con lento), la realidad es que estas tomas nunca se tornan en tediosas o soporíferas, pues siempre acontece algo, muchas veces son detalles que le van dando peso a la levedad de la repetición de estas. Porque sí, hay bastantes planos en donde se muestra a Eve recoginedo sábanas, cosas de higiene personal, entre otras, pero eso ayuda a comprender la situación en la que la camarista está anclada: una agobiante rutina color gris. Es por esto que también descarto la idea de que sean intrascendentes, pues son el mero reflejo del interminable laberinto de indiferencia en el que vive la protagonista. Y regreso al recurso de la ventana; esta película pone al espectador en un lugar poco común: más que acompañar a Eve o ver la vida desde sus ojos, la estamos “espiando”, observando su intimidad. 

La fotografía y cinematografía ayudan mucho a esa sensación “laberíntica”, casi claustrofóbica, de estar toda una vida (aunque sea, en realidad, un breve momento) en esta lujosa prisión, ya que los encuadres que se utilizan son muy cerrados. La paleta predominante es la gama de grises, la cual da una sutil sugerencia del estado anímico de Eve durante el filme. Música, no hay. Cosa que, para mi punto de vista, es favorecedora. Realmente, la película no necesita levadura musical para crear una atmósfera específica ni mucho menos para acrecentar alguna emoción: lo que se exhibe en la pantalla es suficiente; con esto me refiero a la actuación del reparto en general, porque cada personaje, aunque tenga una participación breve, deja una impresión tanto en Eve como en el propio público. Sin embargo, hay que resaltar el trabajo de Teresa Sánchez, la cual hace el papel de Minitoy, quien acompaña al personaje de Eve, haciendole menos pesada la plomiza existencia. El trabajo de dirección es fenomenal: cada cosa está donde debe ir, los actores fueron dirigidos de tal manera que más que una ficción, podría parecer un documental. En fin, esta película tiene todas las de ganar para ser de las mejores de este año (tanto en cine mexicano, como internacional).

Puedo concluir con que La camarista es, de nuevo, una abertura hacia una realidad que para muchos es ajena. Una existencia femenina, donde el verdadero carácter y fuerza yacen en la perseverancia, la quietud y la decisión, porque en ningún momento se nos muestra a un personaje arquetípico “luchón”, pues no cae en caricaturas ni melodramas baratos. El sentimentalismo es algo que, por suerte, está ausente en este filme. Lo que esta producción realmente nos muestra es humanidad. En el sentido más retórico y, también, literal posible. Aquí no hay disfraces huecos, sino desnudos por la ventana.

[Fotografía tomada de https://bit.ly/2kgrk1k%5D


4

Enrique García Moreno (Ciudad de México, 1998). Estudiante de Lengua y Literaturas Modernas Portuguesas (simón, existe) y de Actuación. Melómano de profesión y cinéfilo de oficio. Escribe poesía vermelha y prosa. Ha participado en varios concursos de relato como el Juan Rulfo o el Luis Arturo Ramos de la Universidad Veracruzana.

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