Malgré tout | Las pequeñas cosas

Un mediodía de finales de octubre recibí por correo electrónico la invitación del editor de Palabrerías para escribir una columna en su revista, que antes me diera la oportunidad de publicar algunos ensayos. Me daban, además, libertad creativa absoluta. No lo pensé y acepté. Más tarde volví a leer el mail porque no lo podía creer; la bandeja de entrada decía que el mail llegó a las 11:11.

Elegí el título después de recorrer una larga lista de posibilidades. La elección no fue fácil, pero al final me decanté por “Malgré tout”, nombre que Jesús F. Contreras le diera a una de sus más hermosas esculturas, que hoy seduce a los visitantes del Museo Nacional de Arte. Así pues, Malgré tout significa su traducción: “a pesar de todo”; la belleza y el simbolismo de la escultura de Contreras, quien talló en mármol a una mujer desnuda, tirada boca abajo que parece arrastrarse y apenas puede levantar el rostro, tiene las manos detrás de la espalda, atadas con cadenas al igual que sus pies, sin embargo, es visible su lucha contra las pesadas cadenas para (re)conquistar su libertad; pero también quiere ser un espacio para las voces de mujeres que se han dedicado a la escritura y no porque quien esto escribe sea feminista ni mucho menos, mi propósito es mostrar a los lectores el trabajo de grandes artistas que por diversos motivos han sido eclipsadas o cubiertas por las sombras. Intento, pues, hacer justicia literaria.

Las pequeñas cosas. La vida misma está hecha de pequeñeces cuya condición resulta paradójica al reflejar su grandeza. “Nuestra vida es como el viento, transitoria e insustancial. Si no, ¿cómo podría ser su fundamento algo tan frágil como el aire?”, reflexiona el patólogo y escritor Francisco González Crussí. Respirar, un acto nimio por involuntario, es lo que nos mantiene vivos pero cómo sufrimos cuando la gripe nos obstruye las fosas nasales; entonces valoramos el libre paso del aire.

Decir que algo es sencillo equivale a que es fácil, que su comprensión no requiere mayores esfuerzos. No obstante, fácil no siempre es sinónimo  —o no debería tomarse así — de sencillo. Tomando las palabras a la ligera hemos caído en errores que a veces cuestan caro, sin embargo, existe la posibilidad de regresar sobre nuestros pasos para enmendarlos. Los equívocos son parte de la naturaleza humana.

La lengua es cambiante en tanto que es un ente vivo cuyo dominio tiene el hablante, de esta forma, decir poetisa no es lo mismo que decir poeta aunque ambas maneras se refieran a una mujer que escribe versos. Poetisa era un término utilizado para designar a las señoritas que escribían versos cursis y ripiosos —con esto no quiero decir que los hombres no lo hicieran, pero ya sabemos de qué lado se inclina la balanza—; en contraste, poeta reivindicaba a aquellas escritoras de versos (serios). El estigma sigue sobre poetisa, como también sobre las mujeres que cultivan el arte de la poesía. Generalmente elogiamos (porque circula más) la poesía escrita por hombres. Es más, seguro que si alguien nos pide una lista de cinco poetas masculinos, la rebasamos; en cambio, citaremos a una o dos si la lista es de mujeres.

Fue una serendipia encontrarme una madrugada con el libro (en vesrión PDF) Destierro de lo blanco, de la poeta sinaloense Rosa María Peraza (1943-2014). El título me llamó la atención por encriptado: Destierro de lo blanco… no podía solamente referirse a su sentido superficial. Empecé a pensar en qué es lo blanco, en lo blanco como aquello que da cuerpo a la nada (decimos “me quedé en blanco”, “tengo la mente en blanco”) y, paradójicamente, resulta un lienzo donde todo es posible; lo blanco como la oportunidad de crear. Por otro lado, blanco también es lo puro, lo inmaculado, la sal. Blanco es lo que pasa desapercibido a nuestra mirada por su ausencia de color y de eso habla Rosa María en este libro, de lo nimio por cotidiano.48683.jpg

Blanco es el color del miedo que siente el escritor frente a la página que más tarde estará cubierta de signos negros y borrones. ¿Blanco será el color de la poesía?, ¿es la poesía lo que hay que desenterrar?

 

Destierro de lo blanco

No me dejó entrar.
Parecía querer
pero me tomaba el pelo
al adelantar con reticencia
la punta de una palabra
que no pude atrapar.

Quise seducirlo
lenta y sabiamente.
Durante varias noches intenté
llevarlo a mi desierto blanco.
Lo acaricié con mi pluma,
le dije que lo deseaba
y quedé ante él abierta y solitaria.
Nada: sólo el silencio
de su total resignación.

Vete al carajo, roñoso.
De mejores poemas me han corrido.

 

Existe una falsa creencia de que la poesía, para ser buena, tiene que ser complicada, ininteligible; su lectura, pues, requiere de mentes expertas, casi iniciadas. La poesía que no tiene estas características inmediatamente se gana el desprecio del sesudo lector, aun sin haber leído. Este rechazo lo sufren más las mujeres que escriben poesía y doblemente si son del interior de la República. La poesía no es negocio. He oído a los poetas decir que cuando llevan libros de poesía a las editoriales, los editores responden: llévalo a una universidad o a una editorial independiente porque la poesía no vende. Lamentable pero real; raro es el lector de poemas y más raro aquél que compra los libros de poemas.

Peraza está incluida en el catálogo de autores de la Enciclopedia de la Literatura en México (ELEM), su nombre, sin embargo, nunca lo había escuchado. Descargué el libro y me puse a leerlo: fue un verdadero deleite. Encontré poemas cuya escritura no requirió de malabares ni piruetas o saltos mortales para ser bellos y conmoverme. Al contrario, la de Rosa María Peraza es una poesía sencilla y por eso elegante, sin aspavientos innecesarios que lejos de ayudar a la estructura o a la idea misma que se busca expresar, acaban por destruir el poema. Es una poesía discreta, firme, que habla sobre lo cotidiano y son temas con los que el lector se puede identificar: la frustración ante el deseo de escribir y la imposibilidad de hacerlo (por X o Y razón), el amor que no es como uno quisiera sino como es, los recuerdos, el destino insondable, el tiempo, en fin, son varios los asuntos que Rosa María intenta desentrañar en este conjunto de poemas y lo hace de una manera tan sencilla que le quita peso a los cuestionamientos tan profundos que leídos en otros poetas, atribulan.

La voz de Rosa María se antoja suave pero sonora; su mente, inquieta, chispeante y ella como una niña que intenta descubrir los secretos del mundo pero al final prefiere imaginarlos: “Cuando lo sepamos todo / ya no estaremos aquí para contarlo / y el misterio siempre estará . . .”.

La poesía de Rosa María dialoga con la de poetas como Octavio Paz, para quien también el mundo se revelaba (y rebelaba) misterioso, como un lugar donde el hombre era dueño de sí pero al mismo tiempo guiado por el azar, creía en la magia, en que nada sucede porque sí, sino porque así tiene que ser. Paz tiene muchos poemas metafísicos, Peraza escribió “Polvo”, que ya anuncia su contenido y su diálogo con la tradición: en la Biblia está escrito “polvo eres y en polvo te convertirás”, un refrán reza “de aquellos polvos vienen estos lodos”, Quevedo escribió “polvo serán mas polvo enamorado” en “Amor constante más allá de la muerte”, su soneto más famoso; y el Nobel, “Polvo soy de aquellos lodos”, en el poema “La pasión de la brasa compasiva”. Destierro de lo blanco es un descubrimiento que debo a mi insomnio; “Polvo” es un poema que me sedujo y me hace siempre querer volver a la poesía de Rosa María Peraza quien, intuyo, creía en la magia y el poder de las pequeñas cosas.

 

Polvo

Nada viene porque sí,
algo le da un motivo,
todo tiene una razón en el cosmos,
una vibración específica
que explica su existencia.
Así la muerte se presenta
por sus múltiples rostros
y detiene corazones llenos de amor,
nubla mentes en las que brilló la gracia,
desmorona piernas que marcaron caminos,
domeña espíritus guerreros,
extermina el valor y la belleza.
Pero el cosmos en su inmensidad
integra y desintegra las partículas
en sus razones de ser y nos deshace en polvo de siglos.
Eso somos: polvo de aquellos lodos.
Para qué tanto orgullo si todo termina en nada.
El que trasciende por humildad
se queda en las memorias,
el déspota se va al olvido.
Lo tengo visto, no hay caso,
el infinito nos espera.
Esta nada que somos quedará
diluida en el cosmos, punto de partida.


nancyhgarcia

Nancy Hernández García (Cuautla, Mor., 1990). Maestra en Letras por la UNAM, especialista en la narrativa de José Emilio Pacheco, usuaria constante del humor negro, muy amiga de sus amigos y lectora de poesía en su tiempo libre. @lamusadelpoeta.

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