Así sonaban las cuerdas, como la guitarra
de un partisano con fragancia de viaje,
con dedos en los ondeos, cual funámbulo
demostraba su género valiente en lo altozano
de mi enamoramiento.
Las dicciones de las ñemas en presiones del mástil,
y la ágil hacinación en mano azotadora, autora
de canciones que versaban en el viento de mi sonrisa
parapléjica con la asistencia de sus notas a levantarla.
El sibarita concierto en armaduras de buena pieza
para la beligerancia, compone un estereotipo enjundioso
enlosado por el entreacto de sus marchas, con la
dispuesta enunciativa de su ideología que descarga en
melodías, y en estridentes tímpanos de balas.
Estadista gavilán que abraza la garza sonrosada
que llevo dentro, sus píldoras auditivas me reembolsan
al orden de mis esperanzas, y si no escucho, me voy
en añoranzas.
No permuto mi plétora, no seré pobre, tengo su riqueza,
descarga su brío sobre el pabellón de mi oído, el
instrumento es su amigo, y yo su partitura a la que dedica
la fisura de tiempos en trincheras para ofrendarle
un canto de cuerdas.
José Fernando Mavo Salazar. Escritor de 18 años curioso que explora las letras, como una mina de riquezas. Afectuoso por el arte y el vientre creador de mujer que todo ser humano tiene en su imaginación. Adepto a la armonía y a la belleza del buen gesto honorable.