Ojos Vermelhos | Una carcajada alentadora: Jojo Rabbit

Por Enrique García Moreno

  • Director: Taika Waititi
  • Guion: Taika Waititi (basado en el libro Cagin Skies de Christine Leunens).
  • Edición: Tom Eagles.
  • Cinematografía: Mihai Malaimare Jr.
  • Reparto: Roman Griffin Davis, Thomasin McKenzie, Scarlett Johansson, Taika Waititi, Rebel Wilson, Stephen Merchant, Alfie Allen, Sam Rockwell y Archie Yates.
  • Casa Productora: Fox Searchlight Pictures, Piki Films y Defender Films

Empezaré este texto con una confesión: hace mucho que no salía tan conmovido de una sala de cine y, mucho menos, tan sorprendido, pues este filme logró superar mis expectativas, las cuales eran bastante altas. Puedo decir, sin exagerar, que el director Taika Waititi ha elevado mucho su propio nivel, ya que después de dos películas (una de ellas Thor: Ragnarok, la cual no disfruté) consigue hacer un largometraje no solo entretenido sino necesario, que repercute en nuestros días.

La trama, simple pero imaginativa, toma lugar en el último año de la Segunda Guerra Mundial. Un niño de diez años llamado Johannes Betzler (Roman Griffin Davis), quien rápidamente es apodado, efectivamente por un conejo, como “Jojo Rabbit”, que resulta ser un fanático del nazismo a tal grado que su amigo imaginario es su propia versión de Adolfo Hitler (Taika Waititi). Jojo pertenece a las Deutsches Jungvolk (Juventudes Hitlerianas), junto con su amigo Yorki (Archie Yates), que son comandadas por el capitán Klenzendorf (Sam Rockwell), pero pronto es relegado de esa organización por un incidente con una granada, dejándolo con tareas como repartir propaganda y recolectar chatarra para la guerra. Su madre, Frau Rosie Betzler (Scarlett Johansson), quien siempre procura que su hijo esté incluido con los otros niños, secretamente es una activista anti nazi que resguarda a una chica judía, Elsa (Thomasin McKenzie) en el cuarto de su difunta hija Igne. Jojo se da cuenta de esto y amenaza a Elsa con delatarla a la Gestapo; no obstante, ella lo convence de que no lo haga, porque podrían asesinar a su madre. Desde ese momento, los dos infantes tienen que convivir, aun siendo enemigos. Pero esta convivencia terminará por cambiar la radicalidad y antisemitismo de Jojo.

Uno de los puntos más fuertes de esta película es el humor negro (siendo una sátira) que tiene, el cual podría clasificar como no apto para todo público, pues puede tener contenido que algunas personas consideren  ofensivo; pero les puedo asegurar algo: nunca es gratuito. Si bien el filme se presenta a sí mismo como un producto irreverente, no alcanza (por suerte) los estándares de, por ejemplo, South Park o Padre de Familia, en donde los chistes son meramente por el hecho de ofender, sin ninguna substancia o crítica siquiera. Esto, claro está, puede alejar a algunos espectadores, punto que podría considerarse negativo; sin embargo, es nescesario apuntar otra cosa: Jojo Rabbit no solo es una sátira, también cuenta con sus momentos dramáticos y, lo más importante para mí, es que nunca abusa del humor. El tono de esta producción está muy bien llevado y, a final de cuentas, el recurso humorístico no solo está para burlarlse de los horrores del pasado, existe para que estos sean analizados, recordados y nunca replicados.

Otro logro de Jojo Rabbit son las actuaciones de todo el reparto, sobre todo las de Roman Griffin Davis y Thomasin McKenzie, quienes son los protagonistas de la película. Normalmente los actores infantiles por falta de experiencia tienden a exagerar o, contrariamente, a restringirse mucho, cosa que te puede sacar completamente de la película. Este no es el caso; los dos, junto a Scarlett Johansson y el propio director Taika Wititi, sostienen la película al cien por ciento y logran transmitirte un rango bastante amplio de emociones. Pueden sacarte desde una gran risa hasta lágrimas sinceras.

En el aspecto más técnico, la edición es buena, nada sorprendente, pero esto de ninguna manera significa que el ritmo sea lento ni nada de eso. Creo que los primeros quince minutos de la película son buenos para establecer el tono de la primera mitad. Separada por una terrible tragedia, el segundo medio de Jojo Rabbit, aunque no pierde su gracia característica, se empieza a tornar más lenta y meticulosa. Esto también se puede observar con el buen uso de la paleta de colores, ya que en un principio parece estar sacada directamente de Moonrise Kingdom de Wes Anderson, dando la impresión de calma, muy apropiado para el tono satírico. Pero, poco a poco, mientras la tensión y la historia avanzan, la saturación pastel va desapareciendo hasta llegar a un azul tipo Dunkirk de Christopher Nolan. Esto sirve como un sutil pero buen simbolismo para la pérdida de la inocencia de Jojo, porque él logra ver de primera mano las atrocidades de la guerra y el nazismo.

Algo que también me sorprendió fue el diseño de vestuario de la película, que corrió a cargo de la mexicana Mayes C. Rubeo. La ropa no solamente replica los uniformes y vestimenta de esa época, dándonos una mejor idea de cómo se veían realmente, sino que el calzado es un motivo que se repite en la película y que tiene un desenlace bastante fuerte.

Jojo Rabbit logra lo que sus contemporáneas fílmicas no han conseguido enteramente: tener, además de una buena producción y guion, un mensaje que sobrepase la pantalla. Aunque los tecnicismos de 1917 la hagan parecer muy grandilocuente (en mi opinión, casi como un videojuego) o aunque en Joker exista una “denuncia” social, ninguna ha logrado trascender realmente a nuestros días. El mensaje de el tercer largometraje de Taika Waititi no es solo preocuparse por las nuevas olas de discriminación, racismo y neo nazismo que se han dado en estos últimos tiempos, es actuar ante estas manifestaciones y lograr ver que se pueden cambiar esas mentalidades a través de la comprensión y el amor.

Reconozco la valentía de Waititi al sacar y producir una película de esta índole en estos tiempos tan agitados e, irónicamente, prohibitivos. Claro que su filme en ningún momento tiene el afán de ofender; simplemente, de la misma manera que lo hizo Monty Python en su momento, utilizó el humor en su capacidad de ser una de las formas más directas y fáciles, no por eso mediocre, para causar reflexión. Jojo Rabbit, en conclusión, es más que una burla, es una carcajada alentadora.

 

[Imagen tomada de https://bit.ly/2S1jqGW%5D


Enrique García Moreno (Ciudad de México, 1998). Estudiante de Lengua y Literaturas Modernas Portuguesas (simón, existe) y de Actuación. Melómano de profesión y cinéfilo de oficio. Escribe poesía vermelha y prosa. Ha participado en varios concursos de relato como el Juan Rulfo o el Luis Arturo Ramos de la Universidad Veracruzana.

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