
Bajo la luz diurna, el relator del Santo Oficio no percibe nada anormal en la aldea, nadie diría que en dicha población se ha enseñoreado El Maligno. Como en tantos otros lugares, hombres y mujeres se afanan en sus labores: los campesinos, en sus huertas; los artesanos, en sus oficios; el hidalgo haraganea; el párroco se emplea en sus rezos desde matines, a la hora nona; y el alguacil vigila con celo para que ese orden inamovible no se vea alterado por el más mínimo desafuero, porque así lo quiere Dios, el Rey, el Papa, la tradición y las buenas costumbres.
Es al caer sol el momento en el que las tinieblas invaden el pueblo, cuando los parroquianos se recogen y se encierran, trancando casas y ventanas, que, por no dejar, ni a las bestias abandonan a la intemperie. Y ya no sólo son el cura o el sacristán quienes rezan, lo hace todo el pueblo, todas las buenas gentes que caen de hinojos mientras elevan, con desesperación, plegarias de misericordia al Todopoderoso, al que imploran que les libre de las acechanzas del Diablo.
Todos en la aldea saben que en el claro profundo del bosque, junto a la cueva maldita, las brujas celebran sus aquelarres en días martes y en fechas señaladas con sangre. Y se cuenta, entre el testimonio veraz y el delirio imaginado, que danzan alrededor de la hoguera mientras blasfeman y profanan Sagradas Formas. Y comen y beben y fornican como bestias; ellas con ellos —porque algún brujo hay—, ellas con ellas, ellos con ellos, y aún con animales. Y toman pócimas de hierbas que les embriagan y creen flotar, y hay quien sostiene que las han visto volar cabalgando escobas. Es un furor demoniaco el que les agita, es una gula insaciable de placeres, es la maldad tomada como liberación. ¿Cómo no van a tener miedo los lugareños? El pánico corroe a las gentes buenas y decentes de la aldea, sienten el miedo más terrible, más hondo, más atroz, más implacable de todos; el miedo a la libertad.
Texto: Héctor Daniel Olivera Campos (Barcelona, España, 1965). Ganador de varios concursos literarios, entre los que se encuentran III Certamen de Microrrelatos de Historia “Francisco Gijón” (2015), XV Premio de Relato Corto “El coloquio de los perros” (2017) y IV Certame contos de Ultramar con el relato “Non plus ultra” (2018). Dos veces ganador del Certamen de relato breve “Hipatia de Alejandría” (2013) y (2017).

Ilustración: Cyntia Kent. Licenciada en comunicación social de la Universidad Autónoma Metropolitana. Actualmente se dedica a la producción audiovisual y al diseño, sin embargo, dedica sus tiempos libres a la ilustración digital.