Cuento | Alizabal, por J. David Flores

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Ilustración de Omar Felipe Martínez

No puedo dormir. No es algo nuevo, pero nunca había sido tan recurrente: desde pequeño sufro de insomnio, pero ahora se ha vuelto insoportable.

Tengo ansiedad, según me dijo una vez un psiquiatra. Creo que es verdad hasta cierto punto, ¿quién carajo no tendría ansiedad si solo duerme 2 horas cada 24? ¿Cómo podría no volverme loco si la he empezado a ver todos los días?

La veo desde niño: una mujer esbelta, alta y con una figura similar a una escultura de dama velada, cabello negro y piel blanca como el mármol, rasgos finos, nariz larga, ojos negros, vacíos y penetrantes pero hermosos a la vez, coronada por una especie de tiara de media luna, blanca como su vestido, que da la impresión de estar hecho de seda y ondear a causa de alguna ráfaga de aire inexistente. En un principio, siempre junto a una entrada.

No sé con exactitud cuándo apareció, pero estoy seguro de que fue en algún momento de mi niñez; lo que sí recuerdo bien es el terror que me causó. Dicen que siempre soñamos lo que hemos visto, el sueño es una rebobinación de imágenes de nuestro cerebro, los lugares, los rostros… todo lo hemos visto por lo menos una vez, aunque no seamos conscientes de ello; jamás había visto algo como ella, lo recordaría, esa mirada hace que te tiemble hasta la médula.

En otras ocasiones veía solo la entrada, era una especie de marco sin puerta. A veces cambiaba, pero siempre era la misma abertura, incrustada en un árbol, en alguna fachada e incluso la llegué a encontrar en el baño de algún sueño raro… Una vez y solo una vez me atreví a mirar; una escalinata, escalones y más escalones que descendían a la oscuridad, sin fin, parecían descender eternamente. Solo la miré por unos segundos, pero eso bastó, me causó una sensación horrible: ira, tristeza, desesperación, miedo, todo al mismo tiempo. No solo eso, era como si me la hubiera devuelto, como si hubiera mirado también dentro de mí, el abismo me miró y yo lo sentí, no fue como la sensación de que alguien te mira desde la oscuridad, nada de eso, era El todo el que me observó, la inmensidad se asomó a mi cabeza… Jamás volví a acercarme.

Sus apariciones eran poco frecuentes en mi niñez, pero a medida que iba creciendo ella venía más a menudo a mis sueños. El loquero lo llamó estrés… jamás le creí, el estrés no te hace ver esas cosas, el cerebro puede crear cosas disparatadas, pero nada tan real y espeluznante como ella.

Hace unos pocos años tuve la intención de acercarme, era una mejor época y me sentía mucho mejor conmigo mismo que ahora, me había dado cuenta de que tenía un peor efecto en mí cuando me encontraba más vulnerable en la vida real. Por lo menos eso creí.

Una noche, después de una larga lucha con el insomnio, me encontré en una catedral, tampoco recuerdo cuál era, pero me daba una sensación de tranquilidad. La mujer se encontraba al fondo, donde se supone que estaría el altar, junto al portal. El contexto de la iglesia le iba bien, le daba un toque virginal, se hubiera mezclado bien con el entorno si no hubiera estado en esa posición, encorvada hacia adelante con los brazos colgado inertes, los ojos desorbitadamente abiertos y la boca… la mandíbula inferior parecía haberse salido de su sitio, colgaba ladeada a la derecha, como si ya no tuviera el control de esa parte de su rostro. A pesar del miedo resolví acercarme, le preguntaría algo , pero no sabia qué. ¿Cómo te llamas?, pensé. Inmediatamente después de acabar de formular la pregunta en mi cabeza, me respondió ¡ALIZABAL!  Tenía una voz ronca y penetrante, no había movido los labios en lo más mínimo, pero me contestó en mi cabeza, sentí su voz en mi mente…

Desperté temblando y me di cuenta de que había meado la cama.

Aun resuena su nombre en mi cabeza. Después de eso resolví jamás volver a acercarme y traté de sobrellevarla, pero los últimos dos meses han sido los peores de mi vida, no consigo dormir y cuando lo hago no puedo descansar, incluso cuando no sueño. La hora de irme a la cama me provoca repulsión, cuando consigo conciliar el sueño es a altas horas de la madrugada. Siempre que despierto al otro día es como si no hubiera dormido nada. He intentado dormir hasta tarde, pero despierto aún más cansado que el día anterior.

La última semana ha empeorado. Ella ha salido de mis sueños, ahora me acosa también despierto, la he visto mientras camino por la banqueta, al otro lado de la calle, la he visto mientras voy en el autobús, sé que es real, lo he comprobado; ayer iba caminado a comprar unos cigarros y la vi al otro lado de la calle mirándome en una de esas posiciones contorsionadas. Tenía la cabeza al revés y la espalda arqueada de una manera imposible, como si hubiera resuelto arquear su cuerpo hacia atrás para poder tener vista de mí. Me quede observándola porque un tipo caminaba hacia ella. “Si pasa a través de ella es que estoy loco”, pensé. Esperaba estar loco, así por lo menos dejaría de temerle a una proyección de mi cabeza, pero no la atravesó, a medio metro de ella el tipo se detuvo, esperó unos segundos y la rodeó para seguir caminando como si nada pasara, parecía no haberla visto y no haberse dado cuenta, como un movimiento inconsciente, pero estoy seguro de que sí la vio o, por lo menos, la sintió. Pensé en alcanzarlo, pero ¿qué le diría, “¡hey amigo! ¿por casualidad viste a esa quimera anormalmente contorsionada en esa banqueta?”?, ¿qué pensaría de mí?, ¿qué pensarías tú si te dijera “¿ves a esa mujer de ojos negros que te observa? ¡sí! Vuelve a mirar, está justo detrás de tu hombro…”?

Como sea, estoy harto, me he cansado de estar cansado. He decidido que voy a bajar, hoy voy a adentrarme en el abismo antes de que él termine de adentrarse en mí…


Texto: José David Flores Balderas pretende ser escritor y ha publicado algunos relatos en revistas digitales gratuitas. Es politólogo y abogado. Vive en la Ciudad de Puebla y tiene 29 años.


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Ilustración: Omar Felipe Martínez. Estudió la carrera de diseño y comunicación visual, apuntando a la creación de ilustraciones, dibujando, traduciendo y creando mundos y personajes. Apasionado por ilustrar, experimentando y logrando acabados diferentes en cada ilustración.
Instagram: Omr_ilustración
Facebook: Omrilustración

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