Ojos Vermelhos | “Una respuesta a la realidad”: Memorias póstumas de Brás Cubas de Joaquim Maria Machado de Assis

La identidad nacional y la cultura se componen de varios factores que pueden ir desde el idioma que se habla, pasando por la comida que se consume, hasta la literatura que se produce; este último aspecto es fundamental, especialmente, en países jóvenes cuya singularidad sigue en efervescencia. Por medio de las obras que son compuestas y leídas por la población, no solamente es posible construir algunos mitos o leyendas nacionales, sino toda una cosmovisión completamente nueva; a veces, por medio de la glorificación a un pasado no tan lejano, otras por la lamentación del presente y, como veremos en este particular caso, mediante la ruptura de un estilo y una tradición: ese es el caso de Brasil y Joaquim Maria Machado de Assis.

Este legendario escritor y poeta brasileño nació el 21 de junio de 1839 en Río de Janeiro y murió en los últimos días del año 1908, en la misma ciudad. Machado de Assis nació en el seno de una familia pobre, sus estudios no pasaron más allá de lo que en México se entiende por la preparatoria; no importando esto, él fue el creador y primer presidente de la todavía viva y vigente Academia Brasileira de Letras. Su obra se compone de varias obras de teatro, poesía, crónicas y, lo que generalmente más se destaca, novelas: Dom Casmurro, Quincas Borba y, por supuesto, Memorias póstumas de Brás Cubas, por ejemplo. Siendo un autor fundamental tanto para la historia de la literatura latinoamericana como para la mundial, Machado de Assis es considerado uno de los mejores escritores de todos los tiempos.

Publicada en 1881, originalmente por folletín, Memorias póstumas de Brás Cubas es una separación con toda la tradición literaria que hasta en ese entonces se conocía en le mundo. El protagonista de esta historia, cuyo nombre yace en el título, está muerto; este dato no es ningún adelanto maligno, el tan nombrado spoiler, todo lo contrario: como ya se pudo haber deducido, el adjetivo póstumo hace referencia a que estas historias, estas rememoraciones, son efectuadas por alguien que ya pasó el umbral de la muerte. Toda la narración proviene de un lugar el cual, hasta ese momento, nadie había explorado. Y esta ruptura no solo se da en el protagonista, sino en la misma estructura de la narración; de este modo, rompe el canon establecido de esas épocas, pues no es lineal.

Brás Cubas, nuestro difunto narrador, quien pertenecía a la élite brasileña de esos tiempos, recuerda varios episodios que ocurrieron a lo largo de su vida; estos acontecimientos no simplemente describen la vida y forma de ser de Cubas, sino que también sirven como una pequeña radiografía del Brasil de finales del siglo XIX. Este personaje nos cuenta cómo fue su primer amor, sus aventuras con la aristocracia, sus tristezas y melancolías, sus primera relación sexual.

Me detengo en este punto no por morbo ni amarillismo, sino para remarcar otro de los grandes avances de este escrito: por la mitad del libro, el capítulo LV, que de nombre lleva “El viejo dialogo de Adán y Eva”, da un salto impresionante de vanguardia, adelantándose a las corrientes europeas como el Futurismo o el mismo Surrealismo; no hay narración alguna, ni siquiera una descripción, lo único que yace en la página son dos nombres, el de nuestro actante protagónico y el de su amada, Virgília, puntos suspensivos y signos de interrogación y de exclamación. Solo eso. Algo similar sucede en las últimas páginas del libro, en el capítulo CXXXIX, titulado “De cómo no fui ministro de Estado”. Como si se tratase de algún trabajo de Marinetti, la duda, la sensualidad y el placer son reducidos a puros vacíos. Omisión para la transmisión. Machado de Assis logra, con este, adelantarse casi cuarenta años a las vanguardias del siglo XX.

A lo largo de las memorias de Cubas, nos podemos encontrar con diferentes personajes que han marcado su vida: Sabina, su hermana; Virgília, quien es su gran amor; Doña Esuebia, quien ayuda al hombre a ganarse el corazón de Virgília, y, su gran amigo y consejero, Quincas Borba, el cual se encuentra en la miseria durante los primeros capítulos del libro.

Aquí es precisa otra pausa para poder enaltecer, de nuevo y con un gran gusto, la visión y la osadía del autor, pues con el compañero de Brás Cubas, Machado De Assis llena su obra de filosofía y no de cualquiera, sino una completamente nueva. Así es, en medio de las más de trecientas páginas de este escrito, el escritor brasileño se da a la tarea de inventar una nueva forma de ideología: el Humanitismo. Si bien podría pasar como una sátira de la teoría de la Selección Natural de Charles Darwin, ya que en un gran resumen la filosofía de Quincas Borba tiene como principio la “ley del más fuerte”, creo que es un experimento que, aun los más entendidos en la escritura de esa época, ya sea Gustave Flaubert, Émile Zola, un contemporáneo suyo hablante del mismo idioma o Eça de Queiroz (por poner un ejemplo intencionado) para nada podían siquiera concebir.

En este momento me gustaría enfatizar en la situación que mencioné en el párrafo introductorio, porque por fin mencioné al gran representante del realismo en Portugal y autor de El Crimen del Padre Amaro; Queiroz y Machado de Assis tuvieron una gran controversia antes de que Memorias póstumas de Brás Cubas fuese publicada. El escritor brasileño escribió una severa crítica hacia el estilo realista, enfocándose en la obra del portugués. Ahora, este libro de Machado de Assis que estoy reseñando es considerado el introductor del Realismo en Brasil; pero, al completar la lectura de esta obra, uno se puede percatar que no es similar al europeo. De hecho, podríamos declarar que es una contraposición, hasta un desafío; con el perdón de que la expresión suene algo burda, Realismo a la brasileña. Esta es la razón por la cual inicié mi reseña con esta cuestión, pues este autor y, sobre todo, su obra han logrado sedimentar la cultura y cosmovisión de un país, plasmándola en sus historias y personajes. No se trata de una pequeña revolución, sino de un propio génesis intelectual, el cual se aparta del canon de sus conquistadores.

Un libro imprescindible no solo para adentrarse en las letras lusófonas, principalmente en las brasileñas, sino para experimentar una visión totalmente diferente a la que la literatura nos tiene acostumbrados; Machado de Assis es un autor que se tendría que leer tan religiosamente como Federico Gamboa o, para poner otro ejemplo en portugués, José Saramago. Sin este escritor brasileño, no tendríamos, creo yo, la necesidad de jugar y escribir con nuestras propias reglas. Haciendo un símil con el mismo Brás Cubas, nuestra literatura se tiene que levantar de su tumba, no para copiar lo que existe en otros horizontes que nos son ajenos, sino crear el nuestro.

La lectura de esta obra, considero yo, es de suma importancia para todas y todos nosotros; quizá no nos hable tan directamente debido al inevitable paso del tiempo, pero su rebeldía, su visión, su valentía y su espíritu, al igual que el del protagonista, seguirán resonando en las paredes de las cosas.

Este libro está disponible gratuitamente en internet en lengua española.

 


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Enrique García Moreno (Ciudad de México, 1998). Estudiante de Lengua y Literaturas Modernas Portuguesas (simón, existe) y de Actuación. Melómano de profesión y cinéfilo de oficio. Escribe poesía vermelha y prosa. Ha participado en varios concursos de relato como el Juan Rulfo o el Luis Arturo Ramos de la Universidad Veracruzana.

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