- Artistas: Sunn 0)) (USA) y Ulver (Noruega).
- Fecha de lanzamiento: 3 de febrero de 2014.
- Género(s): Drone, Post-black metal, Noise Rock.
- Sello discográfico: Southern Lord Records.
- Duración: 35:15 min.

Todo el mundo lo dice y yo, necesariamente, lo repito: nadie esperaba un acontecimiento así. En mis reseñas trato de tocar lo menos posible el tema del Coivd-19; pero, al mismo tiempo, siempre he buscado que las cosas que reseño, especialmente la música, puedan ayudar a quien me lee a distraerse y a poder dejar sus emociones en el arte. Esta no es será la excepción, solo que mi acercamiento será diferente. Es recomendable mantener el espíritu y esperanza; no obstante, también es necesario sacar todo lo que nos carcome. Hoy reseñaré música para desmoronarse.
El mes pasado presenté la compilación de Kankyō Ongaku para poder relajarnos y, hasta en algunos casos, dormir mejor. Pero Terrestrials, el álbum colaborativo entre la banda estadounidense Sunn O))) y la noruega Ulver exacerbará, de forma ritualista, nuestros demonios. Eso sí, tengo que aclarar que nunca la intención es reseñar música con matices y/o mensajes de odio o violencia. Todo lo contrario: simplemente es una muestra de cómo conectarnos con nuestras emociones más “indeseables”.
Sunn O))) (nombre proveniente de un amplificador) es una de, mayoritariamente, Drone y Experimental Metal, formada en 1998 por Stephen O’Malley Y Greg Anderson. Ulver fue formada en noruega en 1993 por Kristoffer Rygg. Ambas agrupaciones nunca han sido —y dudo que lo planeen para su futuro— convencionales en el mundo del metal. Los norteamericanos, influenciados por los pioneros de la música Noise como la banda Earth o el propio Lou Reed, han hecho su carrera con dos guitarras y pedales que crean un sonido aplastante, obscuro, pesado y lleno de texturas. Por su parte, los noruegos empezaron tocando Black Metal; sin embargo, abogando por una renovación total de su sonido, de un disco para otro, Ulver empezó a experimentar con el Rock Progresivo, el Jazz, el Ambient y hasta el Trip Hop. ¿Cuál es el resultado de conjugar estos dos entes tan experimentales?
Terrestials. Con tan solo tres piezas que lo componen, este álbum es un dulce escalofrío. Preciso hacer otra aclaración: estas canciones son, efectivamente, largas: el mínimo de duración es de 9 minutos. La paciencia y la apertura son claves para el total disfrute de este disco. Prometo bajo palabra que cada segundo de las diferentes selecciones vale la pena.
Con un bien merecido título bíblico, “Let There Be Light” inicia este periplo por nuestro ser más escondido. Un secuenciador da unas ligeras notas que son más escarcha que melodía; de pronto, un violín empieza a llorar, al puro estilo de The Velvet Underground. Este comienzo, quizá minimalista, es completado con unos suaves tintes de una trompeta. La tensión comienza a crecer, todos están en posición para derrumbarse. Un piano agrega todavía más ansiedad al conflicto de instrumentos. De repente, no sabemos si lo que escuchamos es el principio de algo o su fin. Las guitarras de O’Malley y Anderson para este momento imitan un coro disonante. Su tono es agudo. En el minuto 8, una sospechosa calma nace, únicamente para morir segundos después con la explosión, al unísono, de todos los componentes. En este punto de la canción, si bien la atmósfera es similar, la verdad es que hubo un cambio radical. Seguimos ahogándonos, sí, pero ahora con gracia.
“Western Horn” continúa este recorrido dividido en tres. Seré sincero, es el título que menos me apasiona del álbum; su estructura es mucho más estática, aunque nunca se pierde el ritmo. Realmente es aquí donde Sunn O)) más se luce, pues su estilo lento y pesado vaya que brillan. Las dos guitarras, una haciendo una pared de sonido, mientras que la otra evoca distorsiones; un piano es quien guía a este coro. Repito que, aunque yo considere que esta es la pieza más débil, para nada pierde su gracia. Con “Western Horn” podemos darnos cuenta de la verdadera propuesta de estas dos bandas. Más que un disco para mover los pies y la cabeza, este es un trabajo que se escucha con todo el cuerpo. Las vibraciones ocasionadas por todos los instrumentos en juego, sobre todo las bajas frecuencias, causan en la o el escucha un efecto de “caverna” en donde todo, físico y espiritual, vibra. Esto para nada es científico, mas sí es algo que he llegado a experimentar; muchas veces, la piel se me enchina de solo empezar a oír los primeros acordes de la canción.
Terrestrials cierra de una manera bastante sentimental con “Eternal Return”, la única pieza con letra en el álbum. De nuevo, una triada principal: las guitarras, ahora ya no son tan disonantes; el violín se lamenta, pero no llora y un sintetizador imita a un vibráfono aumentándole tintes de Jazz a esta conclusión. Este sollozo parece perpetuo hasta que el compás se desvanece; únicamente las cuerdas hablan. Y, como agridulce epílogo, unas texturas electrónicas introducen el canto de Kristoffer Rygg, quien narra un exilio, parecido al de las escrituras bíblicas. “Listen silent/ let the letters tell”, concluye el noruego para dar paso a una coda, donde se repiten los primeros motivos de la pieza. Un eterno retorno, como lo sugiere el título. Con esta producción colaborativa podemos ver otro lado de la moneda: una introspección hacia lo más oscuro de nuestro ser. Aquí no hay riffs violentos, solos de batería ni vocales rasposas, solo persisten las paredes de sonido en donde nos podemos reflejar.
Escúchalo:

Enrique García Moreno (Ciudad de México, 1998). Estudiante de Lengua y Literaturas Modernas Portuguesas (simón, existe) y de Actuación. Melómano de profesión y cinéfilo de oficio. Escribe poesía vermelha y prosa. Ha participado en varios concursos de relato como el Juan Rulfo o el Luis Arturo Ramos de la Universidad Veracruzana.