Su llegada al mundo decepcionó a Lord Byron, el poeta más representativo del Romanticismo inglés, pues él esperaba un hijo varón… reacción normal, casi natural, durante el siglo XIX, pues persistía la idea de que el primer hijo debía ser varón para con ello asegurar la descendencia y el apellido.
Augusta Ada Byron nació el 10 de diciembre de 1815 en Londres, hija del poeta y de Anne Isabella Noel Byron, matemática y activista política y social. Perteneciente a la aristocracia inglesa, Ada tuvo la oportunidad de una educación muy completa que incluía la ciencia, ya que su madre diseñó un programa de estudios en el que las matemáticas tendrían privilegio para así evitar que su hija cayera en las mismas fantasías literarias que el padre, de quien además no se había separado en buenos términos porque pesaba sobre Byron el escándalo de una relación extramarital e incestuosa con su media hermana. Luego de la separación, cuando Ada era una bebé de mes y medio de edad, Byron no volvió a verla; partió rumbo a Grecia huyendo del escándalo y ocho años después murió allí luchando por la independencia del país heleno. Por su parte, Ada lo conocería en retrato a la edad de veinte años; pero tendría más o menos una buena imagen suya.
Lady Byron se empeñó en que su hija tuviera una formación integral, puesto que lo habitual en su tiempo era que una mujer de su clase supiera comportarse en sociedad, sirviera graciosamente al marido y llevara el orden del hogar. A la educación básica agregó las matemáticas, pensando así frustrar cualquier conato de imaginación; no obstante, logró lo contrario, ya que las matemáticas sirvieron como estimulante para la pequeña Ada, para quien además era habitual la presencia de figuras como Michael Faraday y David Brewster, destacados científicos, y el escritor Charles Dickens o Mary Somerville, científica que fue su amiga y tutora por algún tiempo.
Dicho ambiente propició el temprano desarrollo de la gran inteligencia de Ada y que encontrara en las matemáticas el medio para materializar sus ideas avanzadas por lo menos un siglo, porque imaginó una sociedad no dependiente mas sí ayudada en gran medida por máquinas que le facilitaran la vida diaria; sin embargo, este pensamiento, tanto de la madre como de la hija, tuvo detractores, pues creían que las matemáticas, como prácticamente todo, eran cosa de hombres, que su frágil cerebro de mujer no resistiría ni tendría la capacidad de almacenar este conocimiento. Ambas hicieron caso omiso. Ada continuó su formación matemática y sus estudios sobre la anatomía de las aves para planear mejor el artefacto que haría posible que el hombre volara.
En 1883 conoció a Charles Babbage, matemático y científico de la computación, clave para su posterior desarrollo de ideas de programación y una máquina más: la computadora. Babbage tenía ya la idea de una máquina de diferencias (especie de calculadora) en la que Ada vio un gran potencial para el futuro. La famosa Nota G al bosquejo de la máquina analítica es quizá su trabajo más importante, en ella, la matemática describió un algoritmo para calcular números de Bernoulli. Aunque la máquina nunca se terminó y la Nota G no se aplicó, es considerada como el primer texto de esta naturaleza, con lo que Ada Lovelace sería la primera programadora de la Historia. La idea de la científica era que la máquina pudiera ser capaz no solo de hacer cálculos, sino también de producir arte, música y cualquier cosa que se le ordenara.
Como su madre supuso, para Ada el matrimonio y la maternidad no resultaron del todo satisfactorios; ya que, aunque formó una familia con William King conde de Lovelace, esta sola cosa no la satisfacía del todo y siguió dedicándose a sus estudios y trabajos conjuntos con Babbage. Finalmente, un cáncer uterino arrebató la vida, todavía en la juventud, de esta mujer de gran sensibilidad y extremada inteligencia el 27 de noviembre de 1852. Fue enterrada junto a su padre en la abadía de Newstead. En su honor y con el objetivo de fomentar el reconocimiento y visibilizar el trabajo de las mujeres en la ciencia, la tecnología, las matemáticas y la ingeniería, cada año, el segundo martes de octubre, se celebra el Día de Ada Lovelace.

Nancy Hernández García (Cuautla, Mor., 1990). Maestra en Letras Mexicanas, interesada en la literatura mexicana del siglo XX; escribe la columna “hojasueltas” de la revista digital Amarcafé y lee poesía en sus ratos libres. Ganó el Premio Bitácora de Vuelos 2018 en la categoría de Ensayo con el libro Palabra e imagen en Morirás lejos: Un acercamiento a José Emilio Pacheco, mismo que se acaba de publicar.