James Walton, nacido en Australia, era bibliotecario, jornalero y dirigente sindical del sector público. Renunció a un puesto de organizador electo en 2014 para escribir. Ha sido publicado en numerosas revistas, antologías y periódicos. Autor de los libros The Leviathan’s Apprentice (2015), Walking Through Fences (2018), Unstill Mosaics the Book of Love, Loss and Longing (2019) y Abandoned Soliloquies (2019). Su quinta colección está en producción. Ha sido nominado para muchos premios, incluido Best of the Net (2019), y está nominado al premio Pushcart. Comenzó a escribir poesía a la edad de 60 años. Vive en la costa sur de Australia, en una antigua casa que una vez fue una sala de maternidad.
1. Bajo los relojes de la calle Flinders
esperándote
teníamos diecisiete años cuando dijiste que
nos encontraríamos bajo los relojes
en la estación de la calle Flinders
cada década, durante veinte años, te esperé
fotografiado por estudiantes, acosado
con nostalgia por los mendigos
todavía allí la tercera vez, aquel otro chico
visto por todos, se transformó en monje
afuera de la universidad, sin florituras como siempre
sostenido por un paraguas
esperándote
en la línea plimsoll de cuarenta años
nuevos trenes engendran nuevos suburbios
de pueblos antiguos que atraviesan la tierra
espero a que el esperanto les pregunte
a todos dónde estás
estaré en las manos de medio siglo
mientras el nuevo sistema de tiques vuelve a fallar
estaré en las campanadas de las razones
la próxima vez, para dar sentido a esta
liturgia de dolores de parto
esperándote, aún estoy esperándote
2. Cuidados paliativos
te esponjaré con esa luna
cuando los años moldeen mis manos
las cerraré sobre los paisajes imposibles
de todo lo que somos
en las motas de acacia
donde descansa mi mejilla
al escuchar la fiebre del Niágara
riendo por tu vientre
desde tiempos prehistóricos
te pintaste el cabello de jacaranda
luego de granada, suficiente para confundirte
con la luz trenzada entre los cristales
restaurados de Beardsley
los días de celofán en las arrugas ocultas
de las hojas parpadeantes en Art Nouveau
hacen teseladas nuestras vidas al estilo
romano de piedras y joyas vidriosas
tira las medicinas inútiles
las prescripciones de lo que no
tumbémonos bajo la palma de cera
escuchemos a las abejas
soñar con la eternidad
3. Cuando soy pingüino (la aurora)
vivo en la carencia de nubes
en un absurdo contoneo por la evolución
y, sin embargo, el arco de una inmersión
es tan perfecto como un grito de algoritmo
al salir de este insípido desierto
irrumpo en un lenguaje de supervivencia
perdono a la escúa su barbarie
resumo la violencia de la ballena
un tanto inocente el salmonete
aceitoso se desliza en mi oración
un encanto gutural trae vida
a este movimiento trémulo que
crece lánguido en la espera de su regreso
mi garganta se anticipa, el deber
vuela por las aguas, me posee
una agilidad pura y desenfrenada y sin testigos
como en todos los actos de gracia
4. Libro de los muertos: (repetición)
Oración del sacerdote cansado e incorporado
fui sólo un surco en la frente tuya
que se llevó todos los carros de Faraón
bañado por la liberación de las Tablas
leyes saboreadas para derribar ídolos falsos
lastres que azuzan el cansancio más allá
de los desiertos sin rastro
probarlo, demostrarlo:
si una voz pudiera seducir con sonidos
que cosen los párpados hacia abajo
poner a reposar y desordenar el pelo
escupir y dar brillo al desconsuelo
de la espina de la rosa
hendir el disfraz de la simetría
tan desconocida y lustrada en vida
este niño puso el trigo en la harina
con sus rodillas, más raspadas que las del Ken de lucha
ayudó a los inocentes en la terrible hora
toma lo que puedas entonces, Señor
de los niños que ascienden
risas de este lugar vacío que
conduce al consuelo fingido
coro de tapas cerradas:
sólo hay un Dios
el profeta es la desgracia
sólo hay un Dios, donde resistimos
y conocemos el recuento
de los días para ser y desaparecer
sólo hay un Dios
el profeta es la desgracia
acuéstate, dulce niño
en nuestros cánticos y salmodias
los cielos, las tierras, los mares
suplican que abras tus manos
sólo hay un Dios y aquí está tu desgracia
(instrucciones en la ordenanza:
repetir las dos primeras estrofas
y el estribillo del coro
según corresponda)
5. Soliloquio abandonado
una cabeza flotante
no del todo aterrizada
pisa el agua
parece hablar en latín
reformado o griego antiguo
quién lo pensaría estos días
a la deriva, desde un rio de marea
hasta las playas del este
agua cual té
augura síntomas en la orina del
calamar perdido, en un estanque
de rocas, que espera
el arrastre de la tarde
una vez se extienden
las manos para recibir nuestros
bellos roles por tu lengua de ventrículo
en una sola y perfecta oración
expulsaste el núcleo pelado de mi amor
en una larga amenaza, escrutinio
de tu pico diseccionando
ningún barco ancla el aliento antártico
que se confabula y vuelca historias
a lo largo de la costa del naufragio
nuestros hijos
tu nuevo y joven amante
esperan que el mástil al que se aferran
tenga un futuro donde el equipaje
no se cruce con el viaje de un extraño
con estos brazos de serpiente que
sostuvieron tu rostro por compromiso
lamí la sal de tus muslos internos
se estranguló la ambición ante un
deseo tan poderoso
mis ojos se quemaron
el estuario empuja esta infección
exprimida en el exterior de
un nuevo continente
da la vuelta al arco de las islas
parturientas y hombros robustos
maldicen la docena de labores
inclinados ante las tareas
como los árboles de la Patagonia
todavía arde
con rayos enterrados
este desierto parco
rastros del fuego de la vida
su danza, en las colinas del alfabeto
manchan de carbón los contornos
salitres de las lenguas paganas
desconchan las venas
como intestinos de flamencos
ahora, en los valles, cortejas al dragón
esquivas al amanecer solterón
coincidirá tu corazón con la solapa del ala
busca sin vergüenza y vuelve fértil
el ritmo en este tímpano
echa la suerte en el respaldo
de la navaja por un deseo interminable
este verdadero nombre
sólo puede ser pronunciado
al contar los años en voz alta
en cualquier infierno
los llamarás con el anhelo
de escuchar todo lo que
hay de nuevo
en una repetición acelerada

María Del Castillo Sucerquia (Barranquilla, Colombia 1997) es una poeta bilingüe, escritora, tutora, médica oriental (Neijing, España) y traductora (francés, inglés, italiano, portugués, griego, árabe, español y alemán). Colabora como traductora y columnista en las revistas Vive Afro (Colombia), Altazor (Chile), Cronopio (Colombia), El Golem (México), Cardenal (México), Poesía UC (Venezuela) y Revista Digital de Artistas (México).
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