El mundo lleva acabándose un año; hubiera preferido un fin drástico, revelador e inmediato como el que nos prometieron en las películas donde se abría la tierra y gotas de fuego caían del cielo y humo y huesos rotos y despedidas melodramáticas… y que este cambio de párrafo terminara con este supuesto fin.
Pero veo que no.
Que tendremos que seguir en la búsqueda interminable del fin. O de algo. Quizá tú sepas algo del fin ¿te fuiste a Siberia a buscar algo? ¿Por qué te quedaste en Tomsk? Lo bueno es que tus papás pagaron este viaje ¿por cuánto tiempo más te quedas? Ya casi cumples un año allá.
P.D. ¿Te das cuenta de que si el fin del mundo llega lo último que habré hecho es extrañarte?
Con cariño,
F.
Lo único que encontré en Tomsk fue frío. Frío al interior de mis tres calcetines, frío en las cuatro pinches paredes, frío en el agua gasificada (¿puedes creer que sólo venden agua mineral?). Aquí no se ha reportado ni un solo caso, creo que estoy muy lejos del mundo; tan lejos que no llegan los rayos del sol. No sé si te había dicho pero tengo que poner a secar tus cartas porque llegan pegadas de los pliegues. Funcionó que escribieras con lápiz, así ya no se corre la tinta. Claro que hubiera sido mejor un e-mail, pero la conexión aquí es terrible. También te agradezco que no mandes tus cartas con fecha, no sé cuánto tardan en llegar y no me interesa saber qué tan lejos estoy de ti y de todas las personas que quiero. Aunque con esa información de mi aniversario acá, puedo hacerme una idea.
Habrá un viaje pronto. No muy lejos de aquí, a Yar, Яр (te pongo el nombre como se ve en el mapa); bordearé el río Tom (me acordé del tío Tomás, ¿cómo está? salúdamelo por favor). Es una ruta turística pero muy sola, dejaré el coche en una pensión y me pondré a caminar algunos días. Allá se siente más el frío por el río, pero iré bien preparado.
Todo esto es para decirte que todavía no encuentro lo que vine a buscar. Me gustaría decirte que es una máscara sagrada o un tesoro pirata; pero eso sería más tangible que lo que busco.
Pienso en ti.
Pienso en ti siempre.
G.
El tío Tomás murió hace unos meses. Pregunté por él en cuanto me llegó tu carta. Encontraron su cuerpo en la cama, llevaba dos semanas muerto hasta que uno de sus vecinos reportó mal olor. Resulta que los bomberos entraron a la fuerza y lo encontraron en su sillón de siempre… el de mimbre ¿te acuerdas? El tío Tom, siempre nos ofrecía mezcal cuando llegábamos a su casa, quesque para la digestión. Y yo ni una llamada le hice. Le dejé flores en su cripta.
Hace poco leí un libro que se llama El mal de la taiga. Quizá buscas el mal y no te has dado cuenta… o no me quieres decir. Siempre pienso en la taiga cuando hablas de tus viajes. ¿Qué se siente tanto silencio? Estamos en pleno invierno, por favor cuídate mucho. Toma algunas fotos, si puedes. Acuérdate de mí.
P.D. Intentaré enviarte el libro, no importa que sea caro; ya veré cómo le hago.
Te quiere,
F.
No volveré a preguntar por otra persona. Me da miedo saber cuántas personas ya no están. Mejor cuando regrese, cuando termine de acabarse el mundo como dices. Enviar el libro te debió costar mucho, me comunicaré con mi papá para que te transfiera ese dinero, le voy a decir que es algo que te debía y no recordaba. Adivina cómo me llegó El mal de la taiga: con las páginas congeladas. Tuve que despegar una por una y algunas no se salvaron. Estuvo bien porque una tormenta de nieve retrasó mi viaje y me entretuve descifrando el libro. Me falta despegar y descifrar el final.
Cuando regrese me voy a poner a ver lo que se ha escrito sobre la pandemia. Como tú la estás pasando mal, no quiero que me repitas lo que viviste.
Ahora mismo terminé de empacar mi casa de campaña y todas las cosas que necesito para el viaje. Hice un previaje y encontré un lugar dónde puedes enviar tu próxima carta. Dicen que prevén mal tiempo, pero nada fuera de lo normal. La dirección es xxxxxx, xxx, x-x:xx. xxxxxx. Es un lugar pequeño pero la carta puede llegar allí. Además está cerca del río. De regreso pasaré a revisar.
P.D. Creo que encontraré lo que busco allá. He estado investigando.
Pienso volver cuando termine mi viaje a Yar.
G.
¡Qué gran noticia! Te estaré esperando con mucho entusiasmo, no sabes cuánto te extraño. Quizá ya vengas de regreso cuando recibas esta carta y nunca había sido tan feliz por cómo trabaja el tiempo y la comunicación en Siberia.
Seguro nunca terminaremos de ver, leer y escuchar la producción textual, visual, experimental, digital y sonora (incluyendo los conversatorios, cursos y talleres) de este último año. No te imaginas… lo mejor será olvidar todo. Echar al fuego todo.
Parece que la explotación de cuerpos y sentidos es lo único que sabe hacer bien este lugar, el mundo, digo. Parece que, de verdad, esta máquina no puede parar un solo segundo. Aunque quizá resulte obvio: a un mundo que gira a una velocidad de 107,000 km/h alrededor del sol no se le puede pedir una ida al baño.
Que por cierto, estaba pensando que en Tomsk uno se levanta al baño y ya se le congeló el culo porque está a -20°C. Algo así le ha de pasar al mundo y por eso no quiere parar. ¿No crees?
Te adora, te extraña,
F.
No he recibido noticias de ti. ¿Encontraste lo que buscabas y no volverás? ¿Por eso no me querías decir?
Me corrieron del trabajo. He pensado en usar mi finiquito para ir a buscarte.
Al menos dime “Adiós”.
Con amor, todavía,
F.
No encuentro trabajo. Lo cotidiano se convirtió en un rito terrible: Las rutinas matinales (el refresh infinito del correo, facebook, instagram y twitter desde mi cama); el desayuno ya repetitivo, la visión de los mismos rostros cansados, la rutina de ejercicio diario, la cena ligera, la película, la fotografía a las frutas, a los platos, a los vasos, a un rayo de luz en la pared son sólo lugares específicos donde florece la sensibilidad (si tengo suerte).
Las videollamadas de la escuela o el trabajo, los coloquios digitales, las ponencias por videoconferencias, el encuentro de académicos y los patéticos goyas virtuales sólo me confieren una existencia binaria, numérica, infinitesimal. Ello no quiere decir que tenga un cuerpo, ese lo perdimos hace mucho tiempo. Al menos en estas cartas no lo tengo… o alguien se lo quedó. El cuerpo se transforma para ser aceptado en el paradigma digital. El cuerpo está encriptado en código binario. ¿Qué estoy escribiendo? Maldita conexión a Internet de Tomsk, todo hubiera ido mejor con e-mails.
Todavía,
F.
Me llevé un intérprete de Moscú a Siberia. Sigo falsificando cartas a tu papá para que no falte dinero. Espero que no te moleste, de cualquier forma no hago más de dos comidas al día porque el frío no me deja.
Voy en busca de la última dirección que me enviaste. Espero encontrarte. No te lo dije la última vez pero
Con el amor de siempre,
F.
Volví a México.
Mando esta carta a la última dirección que me diste porque ya debieron arreglar la estación. Tengo razón, el mundo no para.
Hubiera deseado no ir. No buscarte. No llevar a un traductor que me ayudara. No encontrarte devorado por un oso y cubierto de nieve. Ya venías de regreso… No sé qué buscabas, pero espero que lo hayas encontrado. Supongo que esta carta se quedará en la estación por mucho tiempo; hasta que caiga otra tormenta de nieve, hasta que un oso hambriento derribe la puerta de la estación de correos y se coma a otra persona que buscaba algo en Siberia.
Te seguiré recordando en ciertos tonos de canciones, ciertos instantes del día… en instantes no tan interesantes. Pero de instantes está hecho todo el tiempo y de pedacitos, todo el mundo. Y todo fin.
F.
Rodrigo Mora (cdmx, 1996). Fantasma de tiempo completo. Ha colaborado en revistas como Rojo Siena, La rabia del axolotl, La liebre de Fuego, Marabunta y escrito reseñas para Cultura Colectiva. Actualmente, tiene una columna en la revista Palabrerías y es parte de En la Web: antología de relato web en español. También experimenta con la crónica, la narración y el diario en Medium. Su color favorito es el rojo-rojo.
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