Renacimiento
La noche era pesada. Transcurría lenta, era fría, lúgubre y silenciosa. Sabía lo que se avecinaba, después de todo lo había estado deseando por varios meses. Ella no tenía paz, sabía que su corazón estaba ahí solo porque palpitada tan rápido y con tal fuerza que tenía la sensación de que se desprendería de su cuerpo de una manera tan fácil y rápida que ni siquiera sangraría. Su cuerpo temblaba sin parar, la sudoración aumentaba y se esparcía por doquier. Miró el reloj, se preguntaba cuándo pasaría. Los dolores eran cada vez más intensos, el corazón le quemaba. El calor era tan intenso que atravesaba la piel de su pecho y podía verse un ligero vapor brotar de él.
Tenía una mesa preparada para el procedimiento. Tomó una toalla y limpió el sudor de su cara, cuello y pecho; aprovechó también para secar sus lágrimas, porque después de todo no quería que aquella pérdida fuera un funeral, no, ella quería que fuera un renacimiento. De pronto todo se tranquilizó y por una fracción de segundo sintió tranquilidad, el miedo y el sufrimiento habían cesado. Supo entonces que era hora. Tomó el cuchillo y lo clavó sin titubear; lo deslizó unos cinco centímetros hacia abajo, abrió la herida con sus dos manos y poco a poco fue desprendiendo el corazón de su cuerpo. El órgano había sido extirpado con éxito.
Tomó el mejor hilo para bordar que tenía, y con su aguja favorita suturó la herida con pequeñas obras de arte. Estaba vacía pero libre. Se miró al espejo y contempló su metamorfosis. Estaba satisfecha y aunque había un pequeño destello de frialdad en su mirada, parecía normal. Nadie sospecharía de ella.
Mariana Gaytán. Egresada de la licenciatura de Comunicación y cultura de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, feminista y amante del bordado. El amor al mundo editorial ha hecho que actualmente trabaje como gerente para Editorial Tintable, una editorial independiente enfocada en la comunicación y la cultura.