[Este ejercicio del taller se muestra tal y como fue escrito para mostrar los avances en la escritura: no pasó por proceso alguno de corrección ortotipográfica y/o de estilo]

¡Pero qué calor! El viento sopla suavemente, el cielo está totalmente despejado y las aves cantan. Hace tanto, pero tanto calor que salgo a comprar una bolsa de hielos, quiero preparar té helado para todas en casa. Ato las chanclas color rosa que me regaló mi madre la navidad pasada, ¿quién regala chanclas en navidad?, en fin… “Son bastante útiles en días como hoy”, pienso; tomo el monedero que, como llavero, contiene también las llaves de mi casa.

Me gusta caminar con calma los días que pintan largos y flojos. Por la calle me topo con Laura, con leve emoción suelto un grito “¡Hey, Lau!”… Me quedo atónita, me percato de que Laura no está sola, también están Claudia (la vecina del 6), José Luis (el peluquero), Tania (la hija de Laura) y Verónica (estudiante de enfermería). Están todas en círculo, con la mirada fija en el cielo, sin parpadear, sin hablar. Todas miran dos tenis colgados en un cable color marrón. Me acerco cuidadosamente a Laura, quiero preguntar qué pasa, qué miran… “Laura, oye…”, le toco el hombro pero no se mueve, es piedra, fría, tiesa. Doy un paso hacia atrás, muero de miedo, ¿qué está pasando? No entiendo nada…

Confundida volteo a ver los tenis, son dos, es uno, ¿son tenis?, ¿qué son?. Tomo una bocanada enorme de aire, emerjo de la profundidad; miro el reloj y marcan las 8 de la noche, no entiendo qué pasa.

Sin hielos y sin razón regreso a mi casa, todo parece ir más lento; “¿pos dónde andabas mijita?”, pregunta mi madre, no puedo responder, camino directamente a mi habitación, desato mis chanclas y desvanezco en la cama. Sueño… ¿Es uno, son dos?, ¿son tenis?

Regresé ansiosa la mañana siguiente, pero ni Laura ni los tenis estaban más. Todo el mundo se comportaba con normalidad, José Luis atendía a Verónica en su estética, Laura y Tania ayudaban a Claudia con el mandado que sola no podía cargar. Busqué por todos lados los tenis, ¿es uno, son dos?, intenté recordar con más claridad el suceso del día anterior, pero todo era más borroso… No entendía qué pasaba.

Traigo hielos queman, mis brazos están rojos y adoloridos, pero al fin tengo hielo para preparar té. Entusiasmada dirijo mis pasos a casa, una vez más, saboreando la bebida refrescante que en un par de minutos fluiría por mi boca.

Saludo a mi madre y me dispongo a preparar el delicioso té helado. Hielos, té, azúcar… ¡Listo! La televisión está prendida, me parece que transmiten una película de piratas o algo así, hay muchos gritos; me siento junto a mi madre, sonríe, le entrego su té helado, miro el televisor y están ahí… ¿Es uno, son dos?, ¿son tenis?… Los tenis están ahí, sobre el cable marrón, cuelgan los tenis el viento los mueve, hay una gran multitud, patrullas, ruido, luces. “¡Última hora! Se encuentra el cuerpo de un menor que fue brutalmente atropellado en la estación Tacubaya, se presume que su madre intentó suicidarse junto a él. Ella se encuentra delicada en el hospital de centro médico, es todo lo que sabemos por ahora, seguimos reportando”.

Qué raro sabe el té, es agrio, ¿es té?…

Se abre la puerta, es Verónica, la estudiante de enfermería; se acerca amablemente a mi asiento. “¿Quieres un poco de té, Verito?”, le pregunto, “no, muchas gracias, ese té es todo para ti. Ahora ven, toma mi mano, es hora de ir a comer”, dejo los tenis sobre la mesita de noche. “Regreso más tarde, querido, portate bien”, Verónica sonríe amargamente y salimos de la habitación.

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Pixie. Lic. en pedagogía, feminista y luchadora por los derechos humanos. Busca siempre el equilibrio entre la realidad y la magia. Para ella, escribir es una forma más de encontrarse con el mundo, conectar con el tiempo y sentir energías que la rodean.