[Este ejercicio del taller se muestra tal y como fue escrito para mostrar los avances en la escritura: no pasó por proceso alguno de corrección ortotipográfica y/o de estilo]
Le veo pasar de repente con minifalda, vestido… otras veces mallas o shorts, desaliñado, sucio, malhumorado o tal vez triste. Si antes me intrigaba y me preocupaba, ahora, cada día, más.
Me precio de ser de mente abierta y, por supuesto, de respetar la orientación sexual, la identidad de género, la preferencia sexual, etcétera; de hecho, siempre he creído que no es necesario etiquetarnos para poder socializar, con el nombre es más que suficiente para poder conocer a los demás.Trato de no juzgar ni prejuzgar, pero cuando vi por primera vez a “elle” (para estar en concordancia con el lenguaje inclusivo), su candor y entusiasmo me llamaron la atención. Caminaba siempre con su ropa entallada, su escándalo me era agradable, y era amigue de todos a su paso, lo cual era más que evidente por los chiflidos que le encantaba provocar. Las vecinas se detenían a saludarle y platicarle cualquier cosa, era común toparle de repente; un hola franco y abierto era siempre su carta de presentación, siempre en soledad a pesar de tanto escándalo, de tanto ruido y de tanto intento de notoriedad.
Al parecer vendía comida, por un letrero pegado en la ventana de su cocina, o algo así. De repente, ni letrero, ni chiflidos, ni nada, su paulatina ausencia se percibía de manera más notoria que su propia presencia.
“Cambia, todo cambia”… en nadie tan aplicable como en elle, su escándalo comenzó a disminuir y con el tiempo se tornó estridente, desagradable, incómodo; esa sonrisa, ese exhibicionismo se tornaron extraños, ya no saludaba ni le saludaban, incluso el rubio de su cabello quizá retornó a su castaño original. El brillo de sus ojos desapareció, tal vez se le llevaron las adicciones o el sexoservicio según comentarios de los morbosos. Un buen día apareció con aquel hombre desagradable, sucio, vividor y de mal carácter, seguro le trata mal y se avergüenza de estar con elle, porque cuando van juntos camina rápidamente y no voltea, nunca va a su lado, no platican y cuando lo hacen es bajito y esquivando las miradas.
Antes contagiaba su alegría, luego era tan triste verle. Aquel candor y picardía se convirtieron en indiferencia y dejadez. No sé en qué puede terminar su historia, pero sin duda me consterna y entristece. No le hablo ni me acerco, no soy de su círculo cercano, tan solo una observadora preocupada de alguien que pasa a mi lado y que muy seguramente ni se ha percatado de mi existencia.
La cotidianidad nos ciega, nos endurece, nos aleja y, ensimismados en nuestros propios problemas, nos anestesiamos y desensibilizamos. Muchos ven a elle, le critican, le juzgan, se burlan, pero ni sus detractores, ni sus amigos, ni los testigos hacemos nada por acercarnos, por conocerle, por entenderle y mucho menos por ayudarle.
La última vez que le vi estaba con un grupo de mujeres, dándoles una clase de aerobics, estrafalarie como siempre, gritando y con nuevos bríos. Ojalá que esta actividad sea un parteaguas para que retome el rumbo que, desde mi perspectiva quizá muy egoísta, había perdido. Como observadora me alegro de verle sonriendo, festejando, liderando.
Laura Udaeta. Profesora de Telesecundaria, me fascina aprender para mejorar mi práctica y por hábito, convivir con mis alumnos es algo formidable, la lectura y la escritura me encantan mucho y me parece básico motivar ese gusto en mis estudiantes.