Son las cuatro de mañana y el barco está por zarpar a la isla de la media luna. No pude dormir por el nervio de quedarme dormida y perder mi única oportunidad de completar mi investigación de arácnidos pata grande. Llevo conmigo mi cámara fotográfica, mi diario de campo, una pequeña maleta con artículos personales y, por supuesto, la pluma color carne que me regaló mi abuela de aquel viaje misterioso que hizo a mediados de octubre. Es una pluma bastante peculiar, pues su color no es común y tiene un pequeño diamante en el centro color turquesa. Siempre me ha intrigado un pequeño mapa que lleva la pluma: por más que intento descifrarlo, no lo consigo.
El calor en alta mar es insoportable, ya llevamos 38 horas de viaje y finalmente mi lancha está lista para que me lleve al lugar que deseo. A toda prisa desciendo de aquel barco pesquero y me embarco en una aventura que siempre soñé. Al llegar a la playa me espera José, un ayudante del Doctor Méndez Maé, investigador en arácnidos. Al llegar a la estación huele a una rica comida, tengo hambre y mañana será otro día.
Hoy es martes, son las 6 de la mañana, y el calor se siente en su punto, vamos caminando entre veredas y las ramas estorban el paso, por momento siento un arrepentimiento recorre todo mi ser. Los mosquitos hacen su trabajo y el calor hace su trabajo en mi piel.
Después de 8 horas de camino llegamos a la zona de nidos de arácnidos pata larga. Son impresionantes y no puedo creer su gran tamaño. Al llegar preparo mi cámara y de la nada aparece un gorila. Nos hace correr y en mi desesperación por huir, caigo en una brecha y termino en una cueva llena de polvo, matorrales y vampiros asustados. Al querer salir se me cae mi diario con la pluma que me regaló mi abuela. Ahora estoy a orillas del río pensando en cómo regresar a esa cueva y recuperar mi pluma, mi diario y mi investigación. Una pluma que es la llave a otro mundo y yo no lo sabía. Pero antes debo encontrar a José y al Doctor.
María de Lourdes. Participante del Taller de Cuento para Principiantes.