Era una tarde cálida, no calurosa, era agradable. Pocas veces disfruto de tardes así, por lo general apuesto por el frío y los días lluviosos o nublados. Hace años sí que parecía extraño, ahora todos gustan de días fríos ¿o será acaso que mi círculo con el paso de los años se va cerrando a personas parecidas a mí? Quizá deba anotar eso del lado de la balanza de las cosas buenas que trae consigo mi andar en la vida… o quizás no.
En fin, llego a casa después de una larga jornada de trabajo. Llego agotada y algo fastidiada, pero no me malinterpreten, adoro mi trabajo. Coloco mis bolsos en el sofá, me echo un rato, me quedo pensando, no sé en qué, no me pongo demasiada atención. Quizá en el reflejo de la luz del sol sobre las cortinas en la sala. Voy hacia la cocina, comienzo a prepararme un bocadillo y me sirvo una copa de vino. Recuerdo que pienso pero no sé en qué. Me llevo el botín al sofá, tomo asiento de nuevo y tomo el libro de mi autor favorito; por alguna razón no sé quién es mi autor favorito, lo olvidé. Qué vergüenza… bueno, realmente no siento vergüenza, no lo olvidé, simplemente no sé quién es y no me importa no saberlo, pero algo es seguro y es que lo leo.
Me siento satisfecha, hasta feliz. Sorbo, leo un poco, sorbo. Así pasa un buen rato, me gusta leer desde pequeña, mi escondite, mi lugar favorito para escapar de mi realidad.
De pronto recuerdo que mi novio vendrá a casa, ¡vaya, tengo un novio! Ahora recuerdo que insiste en vivir conmigo pero yo no quiero; me gusta así, nos vemos de vez en vez, cuando acordamos, compartimos alegremente, discutimos, y luego cada quien a su guarida. Muy bien, algunas noches compartimos guarida… ¿Eh, qué pasa? ¿Es que en esta época nos vamos a poner moralistas con esas cuestiones? No, claro que no; sin embargo, me sonrojo, ¿me sonrojo?
Mi novio llega, hablamos. Es alto, delgado, tiene un trabajo estable, es atento y tiene una sonrisa adorable como el reflejo de la luz del sol sobre las cortinas en la sala. Lo quiero, nos queremos, nos besamos. ¿Qué pasa? Me he vuelto a sonrojar, algo peor, comienzo a sentir una especie de calor que me produce placer, pero ¿no se supone que odio el calor? Comienzo a sentirme extraña, como si me dirigiera hacia una frontera que no debería cruzar, estoy de verdad asustada, ¿es que no es sólo un beso? Bueno, confieso, varios besos, algunos abrazos, muy cercanos… ¡Madre mía!
—No, alto, debes parar.
—Para entonces, ¿qué me dices? Eres tú quien está a control.
¿A quién le hablo? Levanto la vista y veo la cara de una niña enorme. ¿Qué es esto?, ¿bebí demasiado? Abro los ojos, sin duda es una niña, está pensativa. La percibo un poco asustada, pobre, aunque pensándolo bien, pobre de mí. Ella es enorme, es de verdad… un momento ¿qué quiero decir con eso?
De pronto, la niña me toma de la cintura, de mi boca comienzan a salir palabras, le digo a mi novio que gracias por venir pero que es momento de que se marche, que le vaya bien y que nos vemos pronto. Él se va en su auto, un Ferrari rojo… un Ferrari rojo… ¿qué es esto? Veo a la niña empujando el Ferrari detrás suyo. Mi novio se fue, por fin. Sólo quedamos ella y yo, toma mis patines que sacan chispitas al deslizarse (mil disculpas, adoro esas cosas brillosas que parece sólo gustarle a los infantes) y doy algunas vueltas, luego me cambia de ropa varias veces, me sienta en el sofá, me pone la Tv delante, no hay mucho que ver, o quizá sí. Estoy segura de que es de noche ya, aunque puedo ver a la niña mirando el reflejo de la luz del sol sobre las cortinas en la sala, escucho risas de niños y niñas, la llaman, Emilia, Emilia, ven a jugar. Mi cuerpo se suelta, no puedo controlarlo, caigo hacia un lado del sofá, me endurezco, comienza a oscurecerse todo, a pesar de que mis ojos están muy abiertos.
Nancy Flores Palma. Nació un 11 de enero de 1982. Entre sus objetos favoritos desde infante se cuentan los libros. Participante del Taller de Cuento para Principiantes (junio-julio 2021).