El coro que narra la leyenda: En las Profundidades, de Rivers Solomon

Editorial: Crononauta
Páginas: 228
Publicación: 2021

Hace siglos, mientras navegaban entre África y América, los esclavistas lanzaron por la borda a centenas de mujeres embarazadas. Pero mientras se hundían en las aguas del Atlántico, algo cambió el curso de esta tragedia: nacieron les Wajinru. Sirenas nacidas de la muerte de mujeres africanas. En las Profundidades (Crononauta, 2020) arranca de esta premisa histórica (un genocidio en toda regla) y luego se adentra en el territorio de lo fantástico.

Diré lo que ya estaban pensando: esa portada es una preciosidad. Y estarían en lo correcto si pensaran que elegí leer este libro por la cubierta. Claro que sí. Aunque, debo subrayar que Crononauta es una editorial joven que ya ha publicado extraordinarias autoras como Okorafor y Bolander; harían bien en no perderles la pista.

Esta novela está basada, sin ser exactamente una adaptación, en la canción The Deep, del grupo musical clipping.; que a su vez se inspira en lo dicho por el dúo tecno-electro Drexciya. Así, Rivers Solomon crea una novela corta de fantasía de un tema fascinante: las sirenas. 

¿Qué pasaría si solo tú recordaras la historia de tu pueblo?

Nuestra protagonista es Yetu, elegida como la nueva Historiadora. Esta es una posición tanto sagrada como martirizada, pues ella es el repositorio de la memoria de les Wajinru; es decir, en ella están todos los recuerdos su especie, la tragedia de la cual nacieron. Y ella debe soportar esta carga para que les demás no tengan que hacerlo.

Les Wajinru viven en las profundidades: realizan sus vidas feliz y apaciblemente con sus memorias a corto plazo. No obstante, pasado un año, las mismas preguntas filosóficas comienzan a acecharlos: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Hay más cosas como nosotres? ¿Qué hay en la superficie? Y por eso, una vez al año, Yetu la Historiadora debe entregarles los recuerdos mediante un torbellino electromagnético; guiarles a través de la tragedia que creó a su pueblo.

Yetu vive en un martirio: nunca podrá emparejarse, tener una familia, debe vivir por y para les Wajinru, y ya ha perdido toda semblanza de quién es. Han pasado veinte años y ella está a punto de quebrarse.

“Recordó a las primeras madres, las imágenes de sus cuerpos flotando conforme las vieron sus hijes u otres wajinru. Recordó a las ballenas, sus siluetas gigantescas y divinas. Recordó los refugios hechos de algas y esqueletos. Y también castillos, construidos con los huesos de tiburones colosales. Reyes y reinas. Belleza infinita, oscuridad infinita. Y luego muerte, tantísimas muertes. Una extinción inminente. La Historia de les Wajinru incluía triunfos y derrotas, unión y soledad.”

Otredad y lo no binario

Rivers Solomon se identifica como no binarie, pero más allá de eso, sus propias creaciones —debido a su naturaleza marina—, pueden cambiar de sexo a complacencia o no ser ni uno ni otro. Y por supuesto, para les Wajinru, los extraños, les otres, son les humanes. Elles son la regla, elles son la meta y punto de partida para la historia de Yetu. Aprender a aceptarse entre pueblos tan disímiles es a donde queremos llegar: el sentimiento de comunidad —y de proponerse construir algo nuevo, juntes— permea la trama.

Prosa lírica e imágenes espectaculares

En las Profundidades es una historia que va, más que nada, sobre la identidad, la colectividad, el peso de los secretos, las complejidades de la memoria y la repercusión de nuestra historia en lo que somos. Por supuesto que se reflexiona sobre las consecuencias del colonialismo, de la esclavitud, de la crueldad, pero también de la sanación en perdonar.

Y lo hace con un tinte lírico, con un ritmo como de cuentacuentos. Es por eso que casi todo está en tercera persona y el tono es muy serio; es como ver nacer una leyenda.

Hay ciertas imágenes espectaculares: las ballenas llevando en sus bocas a les bebés Wajinru, los nacimientos, las ciudades construidas de huesos masivos de tiburón, las tormentas, las descripciones de sus cuerpos de peces —sus apéndices, aletas y colmillos— y claro, los coros que cantan en las profundidades. 

Una trama que se cuece a fuego lento

Ahora bien, cada nuevo aspecto de la vida de les Wajinru—cómo cobraron conciencia, qué comen, cómo se comunican y visten, cómo se emparejan— lo vamos descubriendo poco a poco. Es allí donde comienzan los problemas.

Todo es dicho, narrado sin coqueteo ni la experimentación. No deja nada a la imaginación y eso resulta muy irónico, pues en términos de concepto es una historia muy ambiciosa.

Vamos de plot point a plot point a toda velocidad y les personajes dicen de manera directa todo lo que dicen y piensan. Esto se debe al mismo tono de relato de mitos y leyendas, donde cada emoción y pensamiento se formula con inusitada claridad; yo como lectora no tuve que esforzarme nada. No te pide intuición o concentración, solamente paciencia.

El rol como Historiadora de Yetu, de nuevo, es una idea maravillosa. Ser repositorio de la historia y el origen de su raza es un martirio, un rito sagrado, una promesa a punto de romperse, todo al mismo tiempo. Es una trama de redención y renovación de las tradiciones esperando a la zaga y eso es justo lo que sucede.

Duele decirlo pero es un concepto muy ambicioso con una ejecución malograda.

Eso sí, la belleza de frases como estas nadie me la quita.


“Somos tantes ya que casi no podemos llamarnos peces extraños. Hemos convertido este mar en un hogar. Todas las ondas, la construcción, el amor, las cazas, los abrazos, los aparcamientos: lo oímos todo, nuestra presencia es inconfundible. Todo un coro de las profundidades. Wajinru. No somos zoti aleyu. Nuestra inmensidad y belleza es mayor de lo que ese nombre implica. Somos canción y estamos juntes.”


Foto Autor

Alicia Maya Mares (Ciudad de México, 1996) es graduada del 12º Máster en Creación Literaria de la Universidad Pompeu Fabra. Ha publicado en la sección “Piensa Joven” del Heraldo de México, en las revistas digitales Carruaje de Pájaros, Colofón, Origami y Efecto Antabus, y le lee esta columna a sus cuatro gatos. Creció al lado de un árbol de jacarandá y todas las noches sueña con música, pero nunca puede transcribirla.

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