Taller de cuento | Bienvenida a casa, por Juan Pablo González Escamilla

[Texto resultado del Taller de Cuento: julio 2021]

Hacia frio. La niebla espesa del lugar hacía imposible que alguien viera lo que sucedía. La pálida piedra caliza del suelo contrastaba con los rayos que caían sobre la superficie de aquel paraje oscuro, aquel paraje siniestro al cual Azeneth llamó alguna vez hogar.

—¡No sigas con esto! —dijo Kakra al lanzar a su hija hacia la pared—. No te levantes y me aseguraré de que él te tenga misericordia.

La chica solo miraba con los ojos llenos de rabia a su madre. La ira que había reprimido por tantos años comenzaba a surgir de una manera violenta y aterradora, así que miró una vez mas a su madre y tomó su lanza del suelo, poniéndose de pie con ayuda de ella.

—¡Te dije que te quedaras en el suelo, maldita sea! —Kakra bufó molesta, sintiendo la mirada de aquel que llamaba esposo sobre ella desde algún punto en el lugar.

La mujer adulta miraba fijamente a su hija, quien escupió al suelo algo de sangre y se puso en guardia de nuevo.

—Tú eres la única culpable de que él me quiera muerta… —dijo fría y sin sentimientos en las palabras.

El metal atravesó el aire a la velocidad de un relámpago. La mano de Azeneth la giró con fuerza mientras se abalanzaba sobre su madre para darle un golpe directo a la cabeza, golpe que la mujer rechazó con dificultad, interponiendo su espada y daga en el camino de la lanza con un impacto sonoro que entraría de lleno en los oídos de ambas combatientes.

Conforme el combate se engrandecía, la niebla parecía tener control sobre sí misma, abriendo paso por todo el lugar para que ambas mujeres pelearan sin obstáculos. Los golpes de las armas y el choque de los metales parecían causar los enormes relámpagos que chispeaban en los alrededores del valle.

Al cabo de los minutos, el camino de sangre y sudor que recorría desde la entrada del lugar hasta las esquinas más cerradas se extendía hasta el centro de lo que era una arena de combate. Entre impactos y relámpagos, la estructura oscura del lugar se hacia visible por un fragmento de tiempo revelando la fortaleza oscura en la que se encontraban.

—¡Basta! —dijo Kakra. Un enorme estruendo verde iluminó la arena, soplando la niebla a su alrededor. Ella desapareció por completo a los ojos de su hija.

—No me intimidan tus trucos, madre… yo también fui entrenada por aquellas que te dieron este poder —Azeneth caminó en círculos mirando con atención el cambio en el aire y la desviación de la niebla para ubicar a Kakra.

Al cerrar los ojos sus sentidos se agudizaron, la niebla a su alrededor se cerraba sobre ella y, con un fuerte y ágil movimiento, Azeneth manipuló su lanza con tal rapidez que rompió el viento y dibujó entre la niebla su paso hasta que, finalmente, en una arremetida decidida, guio la punta hacia el frente y dejó que su fuerza hiciera el resto.

El grito incesante de dolor que emitió Kakra fue el que Azeneth esperaba. La punta dorada de la lanza atravesaba su hombro izquierdo sobresaliendo por detrás. Con la mirada algo perdida y la sangre escurriendo por el borde de la lanza, la mujer miró de frente a su hija, quien se inclinó sobre ella para verla a los ojos.

—Te ofrecí una oportunidad, pudiste seguir a mi lado —dijo sollozante al ver en su hija la mirada de su esposo—. Ahora no sé qué hará contigo.

—No me importa lo que haga el conmigo, sino lo que hará contigo al verte derrotada ante tu hija…. Ante tu error de antaño —Azeneth le dijo con frialdad y violencia en las palabras, al mismo tiempo que retraía la lanza de su madre causando que esta bufara de cólera.

La niebla comenzaba a esfumarse y los rayos caían con menos intensidad. La fría ventisca cesó al escuchar los pasos abruptos de su padre, la mirada de asesina se tornó en una de temor. La pesada capa que arrastraba el hombre parecía acercarse más y más a ambas mujeres. Kakra posaba de rodillas mirando al suelo aun con vida; Azeneth se postró frente a su madre mirando fijamente la figura obscura que se acercaba a ellas.

—Me has decepcionado —la voz gruesa y fantasmal del padre parecía oírse tan cerca de ellas.

—Yo… yo traté de detenerla, por favor… —Kakra sollozaba desde el suelo tratando de hablarle a su esposo.

—No me refería a ella, Kakra… Tú… me has decepcionado, decepcionas a los nuestros cayendo tan bajo. —Él se posó tras ella mirándola por debajo de la capucha con decepción—. No eres fuerte, ya no lo eres…

—No, espera. No, por favor. —Con esfuerzo la mujer se giró hacia él, viéndolo con los ojos llenos de lágrimas.

Con una arremetida fuerte, el hombre desenfunda una larga espada pasando la hoja de por el cuello de a quien llamó amor alguna vez.

Frente a ellos su hija asombrada tragó saliva al ver tal escena, levantando la mirada hacia su padre.

—Yo… yo estoy dispuesta a pagar por lo que he hecho —dijo tartamudeando mientras lentamente se inclinaba en una rodilla.

—Mi niña… lo que hiciste fue demostrar tu poder… y ganarte un lugar al lado de tu padre —avanzó sobre el cuerpo de su esposa y le extendió la mano a Azeneth—. Bienvenida a casa, hija.

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Juan Pablo González Escamilla. Tulancingo, Hidalgo, México. Es un joven de 16 años, le gustan los videojuegos, el cine los comics y las historias de fantasía. Desde hace unos meses comenzó a escribir historias propias y comienza a creer que este es el camino que seguirá en la vida.

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