Ilusión
por Aleixandre De La Rosa Sánchez
Te espero en la banca cuatro,
cerca de donde nace el café
con ese aroma delicioso
que acaricia con agraciado tacto
nuestro olfato; luego se marcha, arrastrado
por el gélido soplo que acompaña
en estos días del año.
Te espero y nunca llegas;
sea sentado en la banca verde,
o en las legendarias escaleras
con que nos recibe aquel palacio.
Te busco entre la gente,
no he divisado tu rostro en ningún lado,
tal vez ya no eres como recuerdo,
o es que el tiempo me ha alcanzado,
y estoy sentado mientras espero
algo que de mi mente se ha marchado.
Escribí un cartel:
¡Se busca! ¡No la encuentro!
No hay retrato que describa
con fiel detalle su rostro entero.
¡Señora! ¡Por favor!
Dígame si usted le ha visto:
mide diez centímetros menos que yo,
o tal vez me supera en estatura;
tiene dulces ojos de avellana,
¿o eran densos cual noche
y su infinita espesura?
Sus cabellos, artificialmente rubios,
que apenas besan con cariño sus hombros…
aunque también se extienden majestuosos,
como el infinito abismo
en que internamente me reconcomo. E
s seria, de rostro casi impenetrable,
pero admirable como el templo
en que habitan nuestros santos,
allá en las nubes
que llamamos Sacromonte.
Usa gafas: marco delgado,
forma cuadrada;
compartimos el rasgo de usar en los dientes
el mismo sistema de ortodoncia,
sólo que en ella
su sonrisa luce infinitamente más delicada,
y resaltan la grata beldad
con que dulcemente fue bendecida
por nuestra señora de la Asunción,
que en su santo templo
acurrucado tiene el recuerdo
en donde aún existimos ella y yo.