Cuento | La morgue, por Héctor Hugo Hernández

Dicen que los criminalistas deben observarlo todo, buscarlo  todo y, sobre todo, creer en todo para iniciar un procedimiento deductivo. De las tres premisas, la tercera la pude comprobar cuando mis sentidos se abrieron para investigar el caso que a continuación relataré.

Esa noche de fuerte lluvia, me llamaron para hacer una investigación en la morgue municipal de mi ciudad. Recibir una llamada, a mitad de la celebración del cumpleaños de mi esposa en el antro, era algo molesto. Pero trabajo es trabajo.

Cuando llegué, mi amigo Heriberto Morales ya estaba en la escena del crimen.

Morales y yo procedimos a hacer la investigación. Era llamativo ver los cuerpos de dos hombres recién muertos, como decía la orden de entrada, por los machetazos que se habían provocado en la fiesta de una colonia popular. Ambos estaban tirados en el piso del refrigerador,  mientras que el velador de la morgue estaba en el pasillo cubierto con una manta sin poder decirnos nada. Bueno, los muertos no hablan.

Morir de un infarto a los sesenta años no era algo fuera de lo común, como en un principio se creyó. Lo raro era que el lugar donde lo encontró Luis Armendáriz, el otro velador. Precisamente adentro del refrigerador junto a los otros dos cuerpos tirados en el piso. El señor Armendáriz no podía hablar, parecía que estaba en shock, así que debíamos esperar a que controlara sus nervios. Eso podía llevar unos minutos o tal vez  horas.

Mientras se calmaba, pedí los registros para saber un poco más de los hombres con tatuajes notablemente visibles en brazos y caras. Algo me decía que por ahí debía empezar a investigar. Me di cuenta que los muertos eran enemigos jurados, como se llaman entre bandas pandilleriles. O al menos eso fue lo que estaba escrito en la declaración de sus familiares.

Afortunadamente, el señor Armendáriz tuvo un espacio de lucidez y pude preguntarle qué había pasado. Esto fue lo que me contestó.

—Eran aproximadamente las 11.30 de la noche cuando escuchamos ruidos adentro del refrigerador. A esa hora me tocaba darme un descanso para dormir, ya que trabajamos de 24 por 24, así que don Chuy fue a ver qué era lo que ocasionaba tales ruidos adentro del refrigerador. Escuché un grito aterrorizado, pensé que alguien estaba adentro, pues es común que cierto tipo de jóvenes con ideas raras se brinque la cerca y entre a los refrigeradores para tomarle fotos a los muertos. Pero este no era el caso. De inmediato tomé mi macana y fui a ver lo que ocurría, lo que vi me dejó helado.

En la oficina, escuchábamos con atención. El señor Armendáriz continúo su relato.

—Cuando entré al refrigerador, lo primero que vi fue a don Chuy tirado en el piso balbuceando, no se me ocurrió prender la luz, sino que primeramente traté de auxiliarlo como pude y lo único que alcancé a escuchar fue decirme… “los hombres”. Yo no comprendí qué era lo que me quiso decir, hasta que mis ojos vieron lo impensable.

Noté que Armendáriz empezó a temblar y sus palabras se volvían entrecortadas cada vez más.

—Yo estaba aún el piso auxiliando a mi compañero cuando escuché muchos ruidos. Pensé que era alguien que había entrado y lo estaba atacando, así que encendí mi lámpara  y ahí estaban ellos, parados en..  en …cima de las mesas —aseguró Armendáriz con a punto de llorar.

—¿Quiénes? —le pregunté, pensando que algunos desadaptados en verdad se habían metido a las oficinas.

—Los jóvenes. Los muertos… estaban parados sobre las mesas, estaban peleándose entre ellos.

Al terminar de hacer esa declaración, sus ojos se cristalizaron, al mismo tiempo que regresaba al estado de shock. De inmediato un paramédico trató de calmarlo inyectándole un tranquilizante. Con ayuda de otro paramédico lo subieron a la camilla para transportarlo en la ambulancia.

Morales, me miró entre una forma escéptica y burlona. 

—Quién va a creer semejante cuento —me dijo.

No supe qué contestar, hasta la fecha es algo que ha quedado como un caso sin resolver.


Héctor Hugo Hernández Pérez. (1971, México). ingeniero industrial en electrónica egresado del Instituto tecnológico regional de San Luis Potosí. Promotor de cultura independiente desde 2005 y promotor de lectura en el estado de San Luis Potosí desde 2012.

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