Malgré tout | Pina Pellicer, isla a la deriva

Querido Chalo: Sé que entenderás perfectamente mi cansancio; ya no tengo fuerzas… Tal vez nunca hubiera llegado a la desilusión total; creo en los seres humanos, creo sobre todo en los que me quieren y siento defraudarlos, pero no puedo más.

Pina

Un gélido escalofrío recorrió el cuerpo entero de Salomón Laiter al ver el papel azul junto al teléfono; en el aire todavía permanecía el arma de Arpège que desprendía la carta. La tempestad nació en su mirada, los objetos perdieron su forma, no se desplomó por quién sabe qué milagro.

Pasado el trago amargo, confirmó lo que presentía desde la última vez que hablara con Pina. Se citaron en un salón de té cerca de su casa en la colonia Condesa. El ambiente parecía salido de las Mil y una noches: cojines en tonos naranja, amarillo y verde, pesadas cortinas de terciopelo, mesitas casi pegadas al suelo, olor a incienso, el tintineo de los trastos, olor a limón y naranja de los panquecitos recién horneados, conversaciones como murmullos… y en medio de esa vida, Pina. Pina con su brillo de cometa que tornó en primavera esa última mañana de octubre.

 —¡Qué espléndida, Pina! Me fascinó tu Luisa en Días de otoño —le dijo para animarla a platicar de su gran pasión.

—En realidad no actué. Luisa es como yo o yo soy como ella. Siempre soñando porque la vida no es suficiente.

Pina dijo la última frase como arrastrándola, pero con profunda convicción. Salomón agachó la cabeza, sintiendo la primera estocada en el corazón. Esas palabras serían para siempre un aguijón que se le enterraba más y más cada vez que veía las películas de Pina. Era su manera de encontrarla, de hablar con ella, de contarle que algo le había salido mal o mejor de lo que esperaba, sus planes. Pina seguía viva en cada escena, en cada personaje para el que se preparaba con el alma. Si algo pudo salvarla del abismo era el cine, pero nadie es profeta en su tierra. Que Marlon Brando la pidiera como coestrella para El rostro impenetrable no importó un comino a los productorcitos mexicanos que por entonces se creían dueños del mundo.

—Caray, Pina, ¡qué bárbara! Gran actuación en Macario. Traven escribió los personajes pensando en ti y López Tarso.

Pina estallaba en carcajadas cuando le contaba a Chalo las anécdotas más chistosas de la filmación, cómo batalló para atrapar el guajolote porque le daba miedo su feroz pico y una sensación de náusea su característico cuello membranoso, pero Roberto Gavaldón le dijo que ni modos, una verdadera actriz tenía que hacer todo lo que requería el personaje.

Cómo imaginarse que Pina toda risas vivía sus poquitos últimos años, que su cuerpo sería joven por la eternidad. Pina, belleza singular, mirada de luminosa tristeza, figura espigada, gracia sin igual, frágil, frágil, frágil.

—¡Caray, Pina! —balbuceó entre sollozos al leer la carta que le mandó el día antes de su suicidio. En una hoja azul impregnada de Arpège, Pina le decía todo y nada a su entrañable Chalo, sobre todo le dejaba en herencia un aroma para invocarla en el recuerdo.


Maestra en Letras por la UNAM, especialista en la narrativa de José Emilio Pacheco, usuaria constante del humor negro, muy amiga de sus amigos y lectora de poesía en su tiempo libre. @algocomoneblina

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