Él la toma de la mano, sus dedos se ven tan delicados y frágiles en comparación con los suyos, la piel pálida de su espalda contrasta con el verde brillante de su vestido ligero, el de las flores enormes que le encantaba usar cuando salíamos a caminar por el malecón. Entonces usaba un sombrerito de paja para cubrirse la cara y el cuello, porque decía que le saldrían más pecas; no como ahora, que deja sus suaves rizos ondeando con la brisa marina y su rostro se marca con las arrugas de su nariz fruncida porque le lastima la luz del sol.
Yo amaba contar sus pecas cuando se recostaba en mi pecho las tardes de diciembre, me hacían sentir somnoliento. Una, dos, tres, cuatro… quince… bostezo… treinta… bostezo… cincuenta… y su respiración se ralentizaba conforme se dormía a mi lado. Yo también amaba cuando, entre sueños, se reía. Me hubiera gustado seguir escuchando sus alocadas historias relacionadas con el dèjá vu,los vampiros, las cucarachas gigantes y todo aquello que se colaba en su subconsciente y me contaba al despertar.
Él no es tan afortunado, todavía no descubre lo valioso de su voz, su talento, la importancia de alentarla a crear esos universos de magia y purpurina. Desconoce cuál es su helado favorito; obviamente no es el de frutas secas que le ha comprado, es el de café con cubierta de chocolate y chispas, aunque después haya que comprarle esas tabletas para el colon irritado. Tampoco sabe que no le gusta sentarse fuera de la heladería porque su cono se derrite más rápido y termina con los dedos embarrados y pegajosos.
Él ya debería saber que no le agrada la lluvia en las tardes de verano, que se asusta con mucha facilidad con el ruidoso trueno y el brillante rayo que surca el cielo en la playa; él debería llevar su billetera para pagar un taxi hasta la casa para evitar que se enferme, es muy sensible a la baja temperatura.
Yo lo hacía, la llevaba a pasear todas las tardes mientras el sol estuviera alto en el cielo y las nubes no formaran parte del pronóstico del tiempo. Además, yo siempre cargaba el paraguas, sus botas de goma, su suéter, incluso una liga para trenzar su cabello porque no le gusta llevarlo esponjado. Pero él no lo hizo. Él está ahí de pie como cualquier idiota que no la merece, ni siquiera es capaz de darle su chaqueta para cubrirle la espalda, mañana tendrá que pasar el día en cama con el inhalador por el tremendo resfriado.
Desearía enfrentarlo justo ahora, tomarlo por el cuello de esa horrible camisa café con ridículos rombos, levantarlo del suelo y partirle la cara de tres puñetazos. Jamás le permitiría que estuviera con un sujeto así, tan poca cosa, tan escuálido e inseguro, tan olvidadizo, tan despistado y débil. Él no es ni una pizca de lo que yo solía ser cuando estaba con ella; yo era un caballero, la protegía, procuraba darle todo y más de lo que necesitaba.
Sin embargo, no lo culpo. Tardé meses, incluso años, en valorarla, en darme cuenta de la joya que tenía frente a mis ojos, antes de que decidiera dejarme y me volviera loco tratando de recuperar al único amor de mi vida. Y lo logré. Después de varios intentos, aceptó otra cita conmigo y meses después le propuse matrimonio fuera de esta heladería, igual que él lo hace ahora, con ese valioso anillo de diamantes que me costó semanas de trabajo.
Aun con sus errores, estoy seguro de que él aprenderá pronto y sabrá hacerla feliz al pasar la página. Se dará cuenta de lo mismo que yo, entenderá que ella es una niña consentida, que sus bronquios son un problema serio, que la lluvia la aterra y la humedad le hace daño. Él sabrá que vale la pena escuchar cada loca aventura que tiene en sus sueños y comprenderá que su risa y su voz son lo más increíble que se pueda escuchar. Al final de todo, él estará aquí, como estoy yo, mirándose a sí mismo de joven, en estas viejas fotografías de nuestra vida juntos mientras tomo el fresco junto a su tumba.

Es egresada de la Licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas de la UNAM. Ha asistido a talleres de cuento y de escritura creativa en la UNAM y en la revista Palabrerías, donde publicó el cuento “Noctámbulo” bajo el seudónimo de R. Raemers. También ha publicado en la revista independiente Irradiación y en Punto en línea de la UNAM (2021). Participó en la quinta y sexta edición del Mundial de Escritura (2021).