
Páginas: 152
Publicación: 2022
Editorial: Páginas de Espuma
“Aquí y allá, libros y restos de colillas. El olor a humedad del lugar era el mismo que tenía la casa de mis abuelos los días de lluvia. La vida es una complicidad que también incluye la devastación. Eso es lo que sentí cuando conocí su sala y me lo apunté porque por ahí puede ir algún poema.”
Por ahí puede ir algún poema, dice Valeria Correa Fiz
Así leemos en el relato de ‘Un amor imaginario’, uno de los más breves de su libro Hubo un jardín (Páginas de Espuma, 2022), antología de 7 cuentos que finalmente pude leer.
Por ahí puede ir algún poema, repito. Sí, así podría resumirse la lectura de este libro; la inminencia de un poema que se nos avienta con las alas abiertas, el descorche de la maravilla ante el uso del lenguaje de la autora argentina Valeria Correa Fiz.
Yo siempre destaco mucho las descripciones, pues lo que más valoro en los libros es su capacidad de transportarte, los viajes imprevistos a los que te sumas con nada más cambiar de página. En este caso, las descripciones crean paisajes que a la vez crean atmósferas, en las cuales a veces sí me detuve y cerré los ojos y quise escuchar, quise aspirar, quise pisar lo descrito. Y es que leamos nomás:
“Entre las nubes negrísimas, brotaba aislada alguna estrella. La luz de verdad poderosa venía de la luna y el jardín entero estaba detenido en su brillo. Su luz había teñido de leche el agua cristalina de la fuente y azulado los árboles renegridos. El viento y la lluvia habían golpeado los nardos al pie de los pedestales de los leones y, sin las flores, las estatuas habían recuperado su hierática ferocidad. Pensé que los alemanes sabían cómo construir una atmósfera sublime, casi un lugar común de la estética germánica.”
Me encantó el uso del lenguaje para construir atmósferas, pero también el uso de la palabra correcta. Correa Fiz tiene una gran vena poética que permea cada párrafo, y por eso nos deja con frases geniales como “El tendido eléctrico de la ruta era un pentagrama vacío”, o “Hablaba con confianza, los perdigones de los ojos me los disparaba al cuerpo.” Me la pasé subrayando frases como estas, que dejaba fluir mientras leía pero, tras acabar el párrafo, volvía para releer.
Los tintes poéticos y la oralidad argentina
En ese sentido, también combina muy bien estas incursiones poéticas con una oralidad argentina que no me chirrió, sino que me pareció muy musical:
“Me dije: traés unos pensamientos malos, Juanito. También por lo del brillo en los ojos y por la forma que tenían los labios mientras él silbaba. La boca como torcida y de pena. Y, de pronto –serían como las ocho y media pasadas–, se pusieron a chillar también los grillos. Se lo dije mientras le palmeaba la espalda para saludarlo:
–Se te sumaron los grillos, che Juanito.
–Estarán inaugurando la noche.”
Inaugurar la noche: con cambiar una palabra cambia todo. Y Correa Fiz siempre le da vuelta a las frases hechas y pone de su cosecha, creando pasajes así.
Otra cosa que me gustaría destacar es la sensualidad de muchos de sus relatos, en especial ‘El invernadero de Eiffel’, donde la música de piano se entrecruza con la efervescencia de los frutos de un jardín perteneciente a una vieja moribunda, y una jovencita descubre tanto su propia sexualidad como su soledad.
Igualmente, la sensualidad se refleja en ‘Donde mueren las perras’, el cuento que concluye el libro y pone en evidencia tanto la construcción de la psique de los personajes como la opresión de fuerzas “místicas” en Argentina, que ya había leído en los cuentos de Mariana Enríquez. En este cuento, dos amantes naufragan lejos una de la otra, separadas por una crisis de perras suicidas que se lanzan hacia un barranco en un parque de Rosario, y siempre a la misma hora.
La trama desemboca en aspectos más tenebrosos de santería/brujería, y el tono de triste retrospectiva de la protagonista es una gran pista de cómo terminarán las cosas. Este fue uno de mis relatos favoritos, si bien ‘El invernadero Eiffel’ y ‘Hotel Edén’ también compiten por el título. Y es que en este último hallé más tintes sobrenaturales, apuntando a lo fantasmagórico, que siempre me fascina.
Entonces, podríamos hermanar los relatos así: habitan la violencia y el crimen en el relato ‘La Celestial’ y ‘Donde mueren las perras’, pero la adivinanza de algo sobrenatural también está en el cuento previo y en ‘Hotel Edén’, así como en ‘Las comisiones’; lo insólito se halla en cada nueva oración.
Hubo un jardín donde casi olvidamos lo insólito
La juventud, soledad, desamor y los encontronazos con la muerte están en todos los cuentos. Eso sí, Hubo un jardín tiene escenas que bien podrían catalogarse como de terror, factor que no desentona puesto que dicho terror nunca llega a concretarse, aunque sí que podemos olerlo en un incendio a medianoche.
Hay muchas chicas en estos cuentos, pero más que nada, juventudes enfrentadas al desequilibrio y la soledad, a sus propios demonios. Los cuentos suelen arrancar en espacios cotidianos para irse descalabrando poco a poco; Correa Fiz crea tramas donde la intranquilidad no para de crecer hasta un evento detonante que, a su vez, lleva al clímax. En ese sentido, estos cuentos son vértigo en pastilla, aunque una de lento efecto.
El paseo por el jardín podrá parecernos tranquilo, pero algo acecha desde la penumbra y está esperando a que cedamos a nuestras pasiones o vicios para jugar su papel. Los dejo con una cita:
“Me quedé junto a las ramas retorcidas de las que pendían higos de un almíbar brillante. Recogí varios frutos que comí a mordiscos tibios. El ruido de los jugos se sumaba a los rumores nocturnos. De pronto, las luces del invernadero se apagaron. Del pasto ascendía un humo gris que se hacía niebla y, envuelto en esa niebla, apareció Fabián. Mitad lobo, mitad mariposa oscura, entró al invernadero. Me trepé a un olmo para ver si veía algo. Los dedos confitados de higo se me pegaban al tronco. ¿Vi acaso dos figuras que peleaban o que se amaban?”

Alicia Maya Mares (Ciudad de México, 1996) estudió Comunicación en el Tecnológico de Monterrey y está cursando la 12ª edición del Máster en Creación Literaria de la Universidad Pompeu Fabra, en Barcelona. Sus textos han sido publicados en la sección “Piensa Joven” del Heraldo de México y en las revistas literarias Efecto Antabus y Carruaje de Pájaros.