5 poemas de Carlos Quintanilla

He nacido en una voz silenciosa

Me parieron sobre una boca tartamudeando
por el golpe del viento en la tráquea
nací sobre los incisivos podridos y
entre la lengua impactada por la 
pólvora, la sangre y el pavor.
Fui concebido bajo el abrazo de un
hálito débil y el llanto de una voz 
silenciosa, disoluta entre los huesos.

Bar

Dilatados vasos y cicatrices sin precio. 

Luz tenue, el canto frío e 
indolente de la artista invitada, 
la lluvia, quien bendecirá siete 
veces las copas a reposar 
en estos labios sedientos
del elixir del miedo y la negación.

Hormiguero de ebrios pescando 
las gotas salivosas, junto a las notas 
musicales de las colonias alrededor;
nadie siquiera lo sospecha, pero este
es un Oasis donde ninguno entiende los 
enigmas de un espíritu jadeante.

¿Espíritu jadeante? 

¿Oasis?

Esto es una caldera donde se 
queman las gargantas 
—con un grito desesperado— 
y el aliento se pierde en la locura
junto a los trotes de  
trovadores silenciados.

Trovas hambrientas de muertos
¿Por qué escucharlas? 

El giste de la cerveza arde 
en soledad y afina el sabor 
amargo de sus dientes para
comernos vivos. 

La multitud en la que me 
encuentro, entre tanto 
alcohol ignoto, 
espera auscultar 
sus propias voces. 

¿Quién fue el que increpo 
la piel de mi mano, la piel
de mi cuerpo?

¿Dónde yacen las respuestas
en esta vida, fruto de volcanes?

¿Para qué el tiempo?

¿Por qué el sustento de
la sangre en mi lengua?

Acá el pecado, es el padre
de todos nosotros, quienes 
nos embriagamos con su 
cordón umbilical y algunas 
promesas que habitan 
entre los huesos.  

Plaza de pecados conocidos

I

Cemento y un par de árboles
muertos atrapados alrededor 
de una turba de edificios.
Se sitúa el grito de un vaso 
quebrándose a la lejanía y 
el llanto de niños abandonados 
en las bancas deshilachadas 
del desprecio; las personas 
caminan y están marcadas por 
un dolor que punza los 
alambres de sus
pies, mientras perturbados 
cantan a la menesterosa 
apariencia de ellos mismos
 y la de los demás. 

II

Sentados posan los reyes 
ignorados. Cruzan las piernas
como señal de poderío; leen 
a Ronald Bonilla para entender 
lo astillado del violonchelo roto
de su infancia. 

Página tras página,
dedican miradas aturdidas a las
estaciones del cuerpo pobre de 
la sociedad, hasta que el cigarro,
habitante de sus bocas,
permuta con fragilidad y cae 
rasgando la tela de sus manos. 

III

Masoquistas buscan las colillas
de breva esparcidas por la grava
para abrigar la realidad del otro.
Rasgan la piel de sus rodillas;
desmoronan,
descuartizan, 
sangran,
pero se ríen de saborear
el espumarajo donde se 
esconde el coro de la 
saciedad. 

IV

Y dentro de esa conspiración
se oye el eco de los que cortan
las nubes. Simples voces 
remotas provenientes de 
cuerpos remotos, poetas 
o profetas alcohólicos. 
Hombres llenos
de retorcidos pecados,
embelesados del diablo, 
sin un ángel serpentino que 
les provoque la muerte.

V

¡Bienvenido al purgatorio! 


Carlos Quintanilla (Santa Ana, El Salvador). Es estudiante de la carrera Licenciatura en Ciencias del Lenguaje y Literatura de la Universidad de El Salvador, Facultad Multidisciplinaria de Occidente. Ha participado en diferentes eventos y lecturas a nivel nacional. Su poesía ha sido publicada en diferentes revistas impresas y digitales de El Salvador, Guatemala y México. Entre sus publicaciones literarias como académicas se encuentran: La influencia semántica y función del morfema –a- como prefijo y sufijo en las palabras de El Salvador, 2019 (Morfología y sintaxis del español de El Salvador, artículo científico), Entre fusiles, guiones de telenovela y cobardía: reseña y opinión sobre la novela «Si te pudiera mentir» de Berne Ayalá, 2020 (reseña) y Sanguaza, 2021 (Editorial Navegando Sueños, poemario).

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