Poema a la poesía
Podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía
Gustavo Adolfo Bécquer
Hallazgo incorpóreo.
Criatura ancestral,
raíz que emana tinta,
graba el futuro y embellece lo que no puede serlo.
Las estrofas se forman solas,
las imágenes se conciben
en las recónditas paredes de la mente.
El poeta es solo
un aplauso efímero que la vida concede.
Fractal de memorias y dimensiones
en cuyos espacios cohabitan
seis feroces símbolos:
Parto de figuras que desembocan en las plumas.
Oriundo gemido de la lira y el verso.
Excitación que revienta en el alma.
Susurro al oído del mundo.
Invocación del tiempo que va y no retrocede.
Arsenal de guerra contra el silencio
y contra él mismo.
Etapas
I
Mis ojos: Dos criaturas
eran morada de la obscuridad.
Con el tiempo descifraron los secretos de la infancia,
aprendieron las vocales y otras cosas,
se volvieron magos y con sus trucos
se abrieron al ritmo de los capullos,
cuando la primavera engendraba
el museo de lo que ahora escriben.
II
Crezco y al son dibujo mi alter ego en el poblado.
Camino. Las hormigas que escoltan mis pasos
se acurrucan en mis pies
y con sus aguijones pinchan mi sonrisa.
Ahí, entre los índigos que visten las callejuelas,
las imágenes me estorban para plantarme
en el jardín de alguna casa
y exiliarme del ardor.
III
Morir es esquivar sin suerte
las pinceladas del dolor.
Es capturar de madrugada
la escultura de un mundo paralelo,
donde nuestra copia extinta
el humo de sus pasatiempos reparte.
Cuerpoespín
Los niños del jardín
corren, tropiezan, juegan,
trepan árboles, se embarran el uniforme de acuarela.
Los niños del jardín
arrojan burlas crueles disfrazadas de amarillo
hacia los columpios que balancean
el gris enfermo de mis ojos.
Uno a uno de esos seres, se acomodan,
se acumulan,
trazan en conjunto uno de los círculos de Dante
alrededor de mi cuerpo.
Cuerpoespín, como ellos dicen.
Puercoespín, por lo repulsivo.
Cuerpo espinado, reducido a lodo,
reo entre espinas de nopales.
Cártel de escuincles dizque inocentes,
que en el recreo me pegaban levantones
y se cobraban el derecho de piso con mi almuerzo.
Mafia de angelitos que incendiaron mi infancia
con el carbón que les salía de la boca.
Ovejitas de manos frágiles
que se convirtieron en garras
y araron la fe que alguna vez tuve en la humanidad.
Reinicio
Dirijo mi vida con un remo.
Un recuerdo surge de los escondrijos del bote
que me arrulla sobre el oleaje.
Nos hacemos compañía mutua y remamos.
El puerto me espera
para rodear su silueta con mis raíces.
En su tronco se anidarán los pensamientos
y en el océano, se ahogarán.
Un torbellino remueve las túnicas del mar:
Fragmentos de sangre, fluidos corporales,
lluvias y escollos entre los peces.
Sucumbo ante el final,
presagio la posibilidad de otro mundo.
La ferocidad del agua resbala por mi mente,
arrasa con los recuerdos de aquella otra vida.
La flauta
El silbido de la flauta
se azota con el paradero de la gente.
Alivia el interior de los vagabundos,
derrite el iceberg de sus emociones
aunque el hambre no les quite.
La melodía, entre lo ya dicho
y lo no descubierto por la estirpe humana,
balbucea un segundo génesis,
otra lente para ver el mundo.
Desde su alcoba,
el cuerpo amoratado de una mujer se regenera,
las lágrimas caducan.
Ella, entre sus tejidos,
secuestra las ondas de la música.

Alejandrina Mancilla Nuñez (H. Caborca, Sonora, 1999). Estudiante de la Licenciatura en Derecho en la Universidad de Sonora, promotora cultural independiente y autora de poemas. Se ha formado en el quehacer literario asistiendo a diversos talleres de poesía y círculos de lectura. Actualmente continúa aprendiendo en las aulas virtuales de la Escuela de Escritores del Instituto Sonorense de Cultura. En 2019 obtuvo un reconocimiento de participación destacada en el I Concurso Internacional de Poesía Rima Jotabé La marimba canta en jotabé (Embajada de México). Es coautora de la antología de poesía Para ver corazones no es menester asistirlos (Instituto Sonorense de Cultura, 2021). Poemas suyos han sido publicados en diferentes revistas.