Reseña | Payasadas (o nunca más solos), de Kurt Vonnegut

Páginas: 177

Publicación: 2014

Editorial: La bestia equilatera

Los recuerdos tristes son, en la mayoría de los casos, sólo eso, recuerdos que permanecen y que nos habitan de formas sombrías. Kurt Vonnegut Jr. hace un interesante ejercicio al respecto porque toma el recuerdo de su difunta hermana para contar una historia donde el mundo ha cambiado. Este ejercicio lo presenta como una autobiografía, sin duda el género que mejor aprendió a dominar como previamente nos lo había comprobado en Matadero cinco. Vonnegut era consciente de que cualquier intento por recordar nuestra vida era al mismo tiempo una reescritura de ese momento; una vez que fue consciente de ello, no hizo falta más que trabajar con esos recuerdos y agregarle sus condimentos, imaginación, humor y un montón de humanidad.

Pero, desde el inicio, he de ser sincero. Me cuesta escribir esta reseña sin ponerme a soltar elogios a diestra y siniestra. Cometí el pequeño gran error de reseñar el libro que más me ha gustado (lo cual no recomiendo), es difícil que la objetividad no se vea atropellada entre los buenos momentos que pasaste con el libro. Una vez dicho esto, podemos continuar.

El libro empieza con un prólogo donde el escritor plantea las condiciones extradiegéticas en las que escribió el libro, el camino a un funeral con un asiento vacío donde de forma simbólica los acompañaba a él y a su hermano, su hermana ausente, “aquella a quien escribe cuando se escribe”. Una evocación al vacío que no solamente sirve para conmover, sino que, además, funciona como atmósfera, permitiendo al lector poner en paralelo el plano de Vonnegut como personaje intradiegético, el plano de Vonnegut como autor y el de la historia que escriben en conjunto esos dos personajes.

Posteriormente, ya en el primer capítulo, se abre la historia de una forma muy general. Se presenta el mundo ficticio con un montón de espacios en blanco que capítulo a capítulo se van llenando. La estructura total del texto es presentada desde el primer capítulo, toda la historia e incluso el final se presenta desde ahí por lo que las sorpresas son siempre más sutiles e ingeniosas, ya que ese comienzo que finge decir “no hay más sorpresas” después permite al lector tropezarse en la misma lectura, con pequeñas migajas de sorpresa que se quedaron regadas a lo largo de toda la historia. Wilbur Narciso-11 Swain aparece desde el segundo párrafo para causar incertidumbre acerca del nombre. Es en la genealogía y sus primeros años donde se intenta conocer el límite de la ficción y los espacios que comparte con la realidad del autor.

Este es un texto sobre el amor fraterno que se ha llevado al límite, donde no sólo se va a idealizar, sino que crecerá hasta tener un tamaño monstruoso o más cercano al texto, diminuto. Idea sobre idea nos acercan a ver el mundo de cariño que se tiene hacia alguien que ya no está y que nos hace falta. Un compañero de vida y de mente se ha perdido. El caos ideológico es inevitable.

La construcción fragmentaria genera una elipsis entre cada espacio, lo cual nos ayuda como lectores a tener un referente sobre la fractalidad del pensamiento del autor que, al mismo tiempo sabemos, es de cierta manera nuestro protagonista al interior de la diégesis. Al interior es el último presidente de los EEUU, un hombre enorme que creció aislado con su hermana gemela. La relación entre estos dos actantes forma una de las dicotomías más interesantes que he visto en la literatura: son completamente dependientes uno del otro desde diferentes niveles; en cuanto a su rol, mientras uno piensa el otro hace; como hermanos, uno puede funcionar de forma independiente y la otra no; como pareja, nunca pueden consolidarse por la relación fraterna que es superior. Los papeles que cumplen a lo largo de la historia llegan a ser tan grandes que el mundo entero es modificado por las decisiones que toman.

En cuanto al tipo de texto es, sin duda, muy difícil encajonarlo, lo cual es una constante en el autor que, unos años antes de escribir este libro, nos presentó Matadero cinco o la cruzada de los niños, texto que también presentó como una autobiografía, aunque en el análisis era más complejo. En este caso, se pueden localizar pedazos de biografía, narrativa de ciencia ficción, microensayos, reflexiones filosóficas. Múltiples géneros que encuentran su vinculación en un recurso onomatopéyico un hipo que suena ¡Hi-ho! tan importante que llega hasta el texto como un recurso de la comedia más simple, esta comedia de pastelazo que durante tantos años inundó la televisión, un tipo de comedia donde no es necesaria la complejidad de la situación, sólo se necesita un pastelazo en la cara del presidente para causar risa.

El recurso de la repetición de esta onomatopeya es de lo más interesante en el libro, ya que se configura a modo de interruptor. Las primeras veces que aparece, lo hace como el remate de un chiste, pero conforme va avanzando es un leit motif cada vez más complejo. Las primeras veces que lo encuentras sin el chiste previo, lo identificas como un señalamiento de que lo anterior fue un chiste, pero, cuando lo anterior es totalmente cruel, se va llenando de un sentido más complejo. El libro, en general, presenta una perspectiva muy personal sobre la vida y la creación literaria, un libro que sólo pudo construirse en este momento de la humanidad, donde la pandemia, el espacio y, principalmente, la soledad como una barrera que impide estar realmente vinculado con el otro, son los temas que recorre y desarrolla de una manera muy humana e increíblemente imaginativa. Lo estadounidense es el punto más débil a lo largo del texto, hay muchos referentes que, sin estar empapado de la cultura, se perderán y, de paso, también la comedia.

En cuanto al segundo título, el de nunca más solos, es significativo para presentar la idea general del texto: es necesario aferrarse a la compañía, porque no estamos hechos para estar solos. La novela se abraza a la memoria, a los fantasmas, a los enemigos y a todo lo que pueda con tal de seguir siendo humanos.

Una vez dicho lo anterior, no me queda más que alejarme un poco apenado por haber hecho una reseña desde mis gustos más personales, espero haber encontrado y compartido un poco de objetividad para un texto que me atacó y no me suelta desde su lectura.


Rubén Espinoza fue becario para los talleres de la Fundación para las letras mexicanas en el año 2013 y 2017, además de Interfaz 2017. Director de la editorial Manumisión, artista plástico y criptógrafo aficionado. Estudió Lengua y literaturas hispánicas en la UNAM. Parte de sus textos pueden encontrarse en las revistas digitales: “Círculo de poesía”, “Penumbria” y “Campos de plumas”; además de las antologías: “En la Web” y “Jíbaros”.

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