
Páginas: 296
Publicación: 2018 (originalmente 2017)
Editorial: Anagrama
“Me estoy esfumando –dice, y en ese mismo momento veo que tiene la piel como leche desnatada más que entera, que parece menos presente. Inspira y la sensación parpadea, como si estuviese luchando contra ella. Me siento como si mis pies fuesen trampillas que se han abierto; mis entrañas pugnan por salirse de mi cuerpo. Quiero abrazarla, pero me da miedo hacerlo y que ceda bajo mis brazos.”
Su cuerpo y otras fiestas (Anagrama, 2017) es una celebración de lo queer y la feminidad, una denuncia y reflexión incisiva sobre los problemas que los aquejan.
Carmen María Machado, deslumbrante
Estos 8 cuentos son particularmente largos: leerlos es como lanzarse de picada a un lago y seguir dando brazadas, con la intención de llegar hasta el fondo. Aunque quizá nos ahogaremos antes de llegar.
Este fue el debut de Carmen María Machado, una escritora estadounidense de ascendencia cubana, y debo confesar que fue una sorpresa para mí. Su voz es tan segura que se atreve a declamar y a experimentar, a empujar los límites de la realidad y la estructura en todos sus relatos.
Originalmente creí que esta era la voz de una autora consumada, pero es más bien la voz de una mujer segura de sí misma, a gusto dentro de su propia piel incluso cuando enfrentada a la incomodidad.
Lo fantástico, lo corporal y la intemperie
“La gente pensó que se había fugado hasta que, años después, una doncella descubrió su esqueleto, vestido de blanco, agazapado en aquel espacio oscuro. Las historias de novias nunca acaban bien. Las historias presienten la felicidad y la extinguen como un fuego.”
En estos relatos, las mujeres protagonistas siempre son acechadas por algo, ya sea el pasado remoto que ahora bulle bajo la superficie -y está a punto de atraparlas entre sus fauces-, o un futuro inminente, que las desvanecerá como humareda. Esta sensación inquietante es la que potencia la tensión, y la que, a su vez, también mantiene la atención. Pero a veces la pierde.
En sí, me encantan los tintes fantásticos en los cuentos: En ‘El punto de más’ una mujer se rehusa a quitarse un misterioso listón verde alrededor del cuello durante toda su vida de casada; en ‘Inventario’ una mujer enumera sus amantes y, tras bambalinas, explica la crónica de una pandemia apocalíptica; en otro cuento, otra mujer es acechada por un despojo de sí misma tras su bypass gástrico; otra viaja a una residencia de artistas y se encuentra con una escena del pasado; y en el relato más largo de toda la antología, ‘Especialmente perversos’, un par de detectives lidian con dopplerganglers, crímenes y un miedo cósmico inasible.
Finalmente, en ‘Las mujeres de verdad tienen cuerpo’, uno de los cuentos más incitantes y memorables, Machado presenta un mundo donde las mujeres se vuelven incorpóreas tras una infección incomprensible, sin saber quién será la siguiente, y tanto vagabundean que comienzan a coserlas dentro de vestidos.
Los problemas ajenos de esos mundos paralelos conforman escenarios fascinantes. Unos que, sin embargo, simbolizan los conflictos internos de las protagonistas, siempre marcadas por la tristeza; conflictos que nos resultan familiares.
En cuanto a ambientes, recuerdo, sobre todo, bosques de coníferas, muelles, islas azotadas por el viento, té y atardeceres, hogares donde se huele leña y café. Esta dicotomía contrastante entre narraciones muy íntimas, contadas con todos los sentidos y desde el cuerpo, y la perspectiva apreciativa de paisajes y bosques o islas donde sopla el viento, me hicieron sentir cómoda, pero a la intemperie. Puedo evidenciarlo en una cita:
“El bosque está en silencio, a excepción del zumbido de los insectos y del gorjeo de los pájaros. Nos quitamos la ropa y nos empapamos de sol. Observo mis dedos a contraluz, con sus halos rosa ambarino alrededor de las sombras de mis huesos.”
Otro aspecto que me gustaría resaltar es la sensualidad, las descripciones de intimidad y deseo desbocado que aparecen en cada cuento, que no solo humanizan a los personajes sino que se suman y fortalecen las voces de literatura queer; pues los protagonistas suelen pertenecer al colectivo LGBTQ.
Sí, Machado maneja bien la corporalidad y el sentido del tacto; de ahí lo memorables que son sus escenas sensuales. Además, el ritmo de sus frases siempre llega al punto más álgido cuando suelta sus mejores frases.
En los lindes
“Mi cuerpo es una casa encantada en la que me extravío.” Esto es lo que dice el epígrafe de Su cuerpo y otras fiestas, y es efectivo tanto para discutir el aspecto intropectivo de los cuentos -en los que un gran fenómeno externo se convierte en revolución interna o nuevo entendimiento del pasado-, como para condensar lo que siento respecto al ritmo de los cuentos. Son un tránsito por un mundo más allá de lo ordinario pero extrañamente familiar, en el que a veces me pierdo y termino sin reconocer el propósito original del recorrido.
Se debe a que, ocasionalmente, la autora peca de ser indulgente y se queda demasiado en ciertos temas, o en frases bellas que, sin embargo, son tan crípticas que podrían significar nada. Se pone a filosofar y a destrozar el tejido de la realidad del cuento (y a interpelar al lector de tal manera) que se pierde el ritmo. En ocasiones funciona, en otras cosas lo hace en exceso. ‘Inventario’ es mi cuento favorito porque no tiene nada de eso.
Este rizado de reflexiones, esos dobleces de realidad, sí confunden, y a veces provocaron que cerrara el libro, sintiéndolo particularmente denso.
Esto, por supuesto, no resta los otros logros del libro. Carmen María Machado es locamente creativa, ingeniosa hasta que da envidia. Resta leer más de ella.