
Páginas: 135
Publicación: 1993
Editorial: Cal y Canto
Hay una forma secreta de unir las palabras en la que su significar concatenado se vuelca en un golpe de sentido. Marosa di Giorgio, en el libro Misales, invita al lector a un juego de religiosa seducción a partir de relatos eróticos que no tienen como fin a un lector ruborizado o al lector de la copa de vino. Es un texto que se conecta a través de sus vacíos con cada lector en cualquier situación y, de una forma secreta, recorre deseos, memorias y sueños, para transformarlos en confesiones. Es momento de misa y se debe prestar atención.
Los lectores encontrarán el reto de caminar sobre su peculiar lenguaje, dar un paso y arriesgarse a caer en la metáfora. Este es un cuentario donde ese descubrimiento no siempre tendrá un sabor dulce, ya que no se limita a la parte bella de ese eros, sino que camina sin miedo entre todas sus sombras, por lo que, de pronto, la sensación voyeur de estar presenciando un momento tan privado puede ser simplemente abrumadora.
Nadie está preparado para verse confrontado con tantos símbolos en la oscuridad de su propia memoria, y es ahí por donde el libro gusta conducirnos, entre el recuerdo infantil y la fantasía mágica de los cuentos de hadas. Encontramos cambios en esas historias que se sienten entre perversos y encantadores; la naturaleza tiene vida y es sexual, es vida que busca generar más vida, que nos invita a participar en el proceso, en un encuentro múltiple con la autora, la naturaleza y nuestros recuerdos.
¿Cuántas caras puede tener el erotismo? No se trata sólo del coito, la experiencia erótica va más allá, se encuentra en cada elemento que pueda provocarnos, que despierte esa sensación libidinal. Los mundos infantil, mágico y onírico dan las bases para construir aquello que de manera pasiva se encuentra esperando para despertar con una palabra. El cuerpo recibe al texto desde cada espacio de sí mismo, las manos, el cabello y cada poro despiertan frente a una naturaleza voraz que es parte de nosotros mismos: encontrar las relaciones de vida que compartimos con la naturaleza constituye la belleza de este texto.
El erotismo en estos cuentos es completamente pagano, forma parte de esa brujería antigua donde los sátiros vagaban por el mundo y las brujas hacían aquelarres a mitad del bosque, no hay aquí buenas costumbres ni falsa moral para tapar la historia, sino que toma a los personajes de forma neutral y la construye con ellos, sin preocuparse por si sus acciones son amorales. La libertad es parte de la propuesta erótica de Marosa, y esta libertad roza en múltiples momentos, varios límites que, como sociedad a varios años de su escritura, nos generarían bastante controversia. Es evidente que el texto no fue escrito para ser leído en nuestro presente, aunque eso no implica de ninguna manera que pueda considerarse anacrónico, sin embargo, tiene la vigencia de un secreto bien guardado y que, de manera misteriosa, ha salido a la luz.
Los símbolos en los relatos son indispensables para obtener una lectura más completa, comprender que los caracoles no son siempre caracoles permitirá alcanzar esos sentidos oníricos que la autora buscaba, aunque, al mismo tiempo, comprenderlos implicará también aprenderlos nuevamente. No todo lo que brilla en este texto es oro, también podría ser orina y, en el segundo caso, se vuelve necesario reconfigurar el sentido para comprender que, a pesar de que esa veladura aurea era orina, no se trataba de cualquiera, era una que para el personaje tenía un valor incalculable.
Los sentidos despiertan en cada lectura, hay un cuidado especial porque cada texto evoque las sensaciones adecuadas. Las historias tienen un olor y sabor propios, complejas notas que evocan desde los perfumes más elegantes hasta las excresencias más fétidas para construir una personalidad para cada misa, son todos espacios sagrados y la experiencia se desarrolla no en el tiempo secular, sino más bien en el tiempo sagrado.
No relacionar las narraciones con la poesía de Marosa di Giorgio es simplemente imposible: sin la poeta no existiría la narradora, y esta formación poética es la que llena el libro de belleza, sus tópicos permanecen; además de sus temas recurrentes, los hongos surgen en uno de cada tres relatos, la madre está a cada vuelta de página, las sensaciones sutiles y complejas son otro elemento que retoma. Mientras que el mundo vegetal cobra vida, nos acerca, al igual que en su poesía, a lo que los objetos inanimados pueden comunicarle a un espectador lo suficientemente atento. La naturalidad con la que desarrolla este recurso es de lo más admirable, nada en los relatos está completamente pasivo, hasta lo más quieto parece dormido y a punto de despertar.
Narrar desde la voz de Marosa implica ignorar, dejar de lado algunos elementos que a primera vista, podrían parecer imprescindibles, en sus relatos no hay máquinas, no hay ciudades, no hay trabajos ni fábricas y mucho menos, tiempo. La dimensión temporal se elide de forma intencional para dar paso a un lugar etéreo. Leer un relato de Misales o un poema de su primer libro, Poemas, te hace saber que pertenecen al mismo universo y que, sin importar el empaque, el núcleo y el espacio, sigue siendo el mismo, aunque seguramente resignificado. Se trata de dar vueltas sobre una cartografía que deslumbra y que se presenta desde el primer vistazo extraña, natural y mágica.
Las referencias para la escritura de este texto, al igual que en el resto de la obra de la artista uruguaya, devienen de una larga tradición poética que en ese momento florecía de forma especialmente brillante. Delimira Agustini y Juana de Ibarborou se hacen presentes en maneras sutiles, pero evidentes en pequeños fragmentos que destapan un poco de esas influencias modernistas que, aunque superadas, fueron base para para elaborar esos relatos salvajes.
Rubén Espinoza fue becario para los talleres de la Fundación para las letras mexicanas en el año 2013 y 2017, además de Interfaz 2017. Director de la editorial Manumisión, artista plástico y criptógrafo aficionado. Estudió Lengua y literaturas hispánicas en la UNAM. Parte de sus textos pueden encontrarse en las revistas digitales: “Círculo de poesía”, “Penumbria” y “Campos de plumas”; además de las antologías: “En la Web” y “Jíbaros”.