Si nos queremos sentir críticos, hay que entender que la historia de la literatura va mucho más lejos de lo que se podría imaginar. Desde la aparición del lenguaje, hasta la necesidad de transmitir algo, una historia, a otro individuo; es ahí que se crea un pequeño indicio de lo que hoy en día llamamos y conocemos como literatura. Para la literatura infantil fue más o menos lo mismo. Los cuentos o relatos infantiles surgen con el propósito de instruir. No obstante, hay que entender que pasarían muchos años antes de conocerlo como literatura para niños.
En antaño, las historias solían contarse de boca en boca y estas se iban modificando, dependiendo el poblado en el que se narrara. Leyendas, epopeyas y poesías se heredaban día con día dentro de las diversas comunidades, llegando un tiempo en que alguien decidió plasmarlas en papel, o pergamino, si queremos ponernos exquisitos. En fin, unos de los indicios más antiguos de dichas narraciones—que hoy en día conocemos como infantiles—se encuentran en la India, conocidas como jakas, las cuales entenderíamos como fabulas. Hoy en día, se tiene bien conocido que el mas grande fabulista de todos los tiempos fue el escritor/filósofo griego Esopo, aunque en realidad, solo fue el encargado de popularizar las traducciones que realizaba de diversos autores desconocidos.
Trasladándonos a través del tiempo, llegamos a la maravillosa época de los recopiladores de cuentos. Nombres como Giambattista Basile, Charles Perrault y los hermanos Grimm, por nombrar a algunos, son conocidos por utilizar relatos orales para la creación. En el caso de los primeros dos autores (Basile y Perrault), tomaron las historias como referencia para crear sus propias versiones. Por otra parte, los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm transcriben tal y como se les contaron las historias, rescatando la mayor cantidad de aspectos en común que se les narraban. El propósito principal era la preservación de la cultura, así como los elementos lingüísticos entregados por los habitantes.
Ahora bien, todo este pequeño y breve desarrollo histórico, simplemente para entender un elemento clave dentro de la literatura. Todo lo escrito tiene un antes y toda historia un comienzo. Actualmente, es común pensar que todo lo que se escribe no es más que un robo o apropiación de historias ya contadas, sin embargo, no puede ser de otra forma. Los temas siempre vuelven al origen, así que es muy poco probable encontrar algo innovador. Muchos autores, especialmente autores infantiles y juveniles, suelen adaptar historias ya contadas, pero desde sus puntos de vista diversos o sus interpretaciones. Esta práctica es actualmente conocida como retellings, que, si le buscamos traducción, sería algo como: recontar.
Ya sea desde cuentos clásicos, como mitos o leyendas, los retellings se encargan de regresar a ese origen desde diversas formulas entregadas por los autores. Dicha práctica no es algo nuevo, a lo mucho el nombre es lo innovador. Regresando a los cuentistas, entenderemos a los primeros autores de cuentos infantiles como adaptadores de historias ya contadas. Desde premisas dentro de la mitología, como historias bíblicas, los escritores hacen uso de todo su entorno para desatar y desarrollar su creatividad. Novelas como Coraline, basada tanto en Alicia en el país de las maravillas como en recuerdos del pueblo del mismo autor, hasta versiones de leyendas de fantasmas, brujas y princesa. Todo, siempre vuelve a su origen.
Incluso fuera del ámbito literario, nos encontramos con adaptaciones de las famosas historias dentro del cine. Versiones de Romeo y Julieta, que a su vez está basada en un mito griego, nos hace darnos cuenta que existen adaptaciones dentro de las adaptaciones y eso, más que un aspecto negativo, es algo maravilloso. Uno de los cuentos más explotados es el de “Cenicienta”, pues exiten más versiones de las que podemos numerar y, cada una de ellas expresa el mismo cuento con tintes y matices diferentes al original. Retomando la literatura y su constante practica por adaptar, me interesa puntualizar en dos cosas. No siempre los cuentos infantiles terminan siendo infantiles y, los que si los son, no son para todos los infantes.
Todos estos ejemplos surgen no solo para explicar un concepto, sino para darnos cuenta de que la creación no solo se basa en nuevas nociones como muchas veces podemos creer. La historia dentro de una historia o bien la ficción de la ficción se basa en crear sobre la creación. Dentro de un universo de creaciones en donde es muy difícil producir algo nuevo en su totalidad, ¿por qué no podemos adaptarnos al crear sobre la creación? O por lo menos aceptar que tenemos esa alternativa. El mundo siempre está cambiando y nos adaptamos a cada situación tarde o temprano, dentro de la vida de las historias, el ser humano siempre ha convivido con la creación a partir de la creación, toda la vida, fundando mitos y adaptándolos después al entorno de cada uno, formando nuevos espacios y jugando con cada historia. En resumen, y para seguir motivando el renacer de estos cuentos, incluso y en especial dedicados a los niños, se debe entender que no hay nada nuevo bajo el sol.