TOBILLOS
Salgo con la lluvia y esta fragilidad
En los tobillos
A mirar los autos.
La gente toda va a otra velocidad
Pasan a mi lado
Ignorándome…
Yo los veo mientras me quedo atrás
En la fila para entrar
Los veo subir
Bajar
Pagar
Ver…
Estos pasos adoloridos
Que me hacen reír como loca
Lentos, tan lentos que me quedo
Al lado de las muletas…
Arrastro los pies para colarme furtivamente.
Cuando ya todos están en el andén
Los espío debajo de las escaleras
Hay que orillarse para dejar pasar el mechudo
Arrinconarse junto a la basura
Salir solo hasta el final.
Solo para ver cómo sigue la lluvia
Y me impide llegar a cualquier lugar
Solo salgo a la calle a sentir
Este dolor de mis tobillos delicados.
No voy a ningún lado, no puedo
Dar una vuelta
Pasear despacio
Mirar cómo todo toma perspectiva
Y se va, se desvanece
También el humo de mi cigarro me deja atrás
Regresaré tarde, amor
Tal vez nunca, mejor.
TOBILLOS II
Es este dolor en el tobillo
El que me pone sepia
Me hace olvidar palabras
No me deja dormir.
Ayer tropecé dos veces
Con la fragilidad del pie derecho
Una a la vera de la avenida
La otra frente a la escuela
Y me dolió tanto la burla
Que palidecí aún más
Y olvidé la palabra
La fuerza me hervía en las manos
Los dedos crispados se agarraron del aire
Y huyó, pero en los tobillos nada
Ya ni siquiera cesa el dolor.
Creo que un día acabaré hablando solo vocales
Terminaré con astillas en los dedos de los pies
A horcajadas mirando mis piernas zambas y transparentes
Pensando en las palabras que perdí.
CASI QUINCEAÑERA
De qué puede tener nostalgia,
Si apenas conoce algo, alguien.
Un parche de micropore color carne,
Cubre su labio lastimado
Y contrasta con su piel lechosa, falta de calorías
Siempre tan desarreglada;
Una niña de catorce años muy viejos y tristes
Catorce muy escotados…
Y detrás de la rabia, una nostalgia.
Una nostalgia que se asoma en sus ojos
Entre los sueños risueños del solvente
Y si la miras, te invade…
Pero no es fácil
Ella es esquiva y asoma su ombligo
El hueso de su cadera
Los hombros claros y pecosos
Pero nunca los ojos.
Esa niña, casi quinceañera, mira al suelo
Sonríe al final del pasillo
Y se asusta cuando el thinner la abandona
En veces me espía
Se cubre la cara con el pelo
La boca con la mano
Secando la estopa a bocanadas grandes
Pero tal vez, si se distrae mirando la ventana
Puedas ver su ira y la nostalgia invadiendo el panorama
Un día miré su cicatriz
Profunda
Grotesca
La lastimaba a cada paso
Y al caminar lloraba
Sus dientes se asomaban entre el hueco que seguía hasta la nariz
Y cuando levanté la vista
Ya no había nada que decir.
Un destello de rabia,
Vaho en la respiración,
Un ligero zumbido,
Un cuerpo helado que no se mueve.
Y la pesada nostalgia que engrosa el espacio.
Me voy y me quedo callada casi todo el día;
Su boca abierta en cruz me persigue y silencia.
Tengo nostalgia de verla con un rostro que no ha tenido jamás
De no tener culpa y dolor, de no sentir hambre y abandono
De mirarla otra vez y saber qué es estar marcada
No haber besado jamás
Tener una voz pegada al paladar
Y la tristeza en el aura.
VIAJERO DEL ÚLTIMO VAGÓN DEL METRO
Anochece y llueve a cántaros en la ciudad monstruo
Siento mi andar pesado y húmedo, sé que el agua se encharcará
Y mis pasos se irán marcando por el andén, hasta dejarlo lodoso
Se hará una mancha caprichosa y terca
Y no se quitará, por más que los afanadores vayan y vengan, con sus trapos y jergas…
Mientras bajo el suelo, el metro traga gente
Y alguna vez, vomita adefesios o historias de amor
Miradas que se cruzan, prometen, desdeñan, desnudan, se pierden
Miradas ciegas, delirantes, abusivas, lastimeras, mendigas
Miradas tiernas y estúpidas, vacías casi siempre que están solas
Ya en el vagón una mujer duerme
Alguien trastabilla en un olor a aguardiente
Vendedores estrepitosos que recitan precios
Y chamacos gandallas con risas a bocajarros
Humores que escapan hasta la calle
Yo también me quedo mirando el cansancio
El hambre de la gente por un asiento
Los zapatos, las mangas sucias de la gente que sube al metro
Con las manos gruesas y callosas
La piel que se asoma en los escotes de las mujeres rollizas
Las estrías de las madres que cargan a sus críos
De entre los rayones de la puerta me surge una duda…
¿Quién estará más cansado?
El bebé que llora hace dos minutos
El oficinista de corbata lustrosa con tufo al alcohol de mediodía
El ambulante que ya no pone atención a su letanía
Los pies con tacones descarapelados
La universitaria que lee con los parpados caídos
El policía en su uniforme azul
La niña inhalando thinner y de mirada perdida
O yo…

Shairan Reyes. Lic. en Historia por la UNAM. Shairan Reyes nacida en el Distrito Federal (ahora CDMX), México, en marzo de 1990. Historiadora de formación, docente por vocación, servidor público por accidente y también fortunio; amante de las letras, el vino, el tabaco, el café y los perros. Fotógrafa chafa, poeta incipiente y de clóset. Algunos de sus poemas han sido publicados por Axolotl Magazine (CDMX, México), Melancolía Desenchufada (Puebla, México) y Herederos del Kaoz (San Francisco-Barcelona).